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Las declaraciones de los afectados confirman que Maeso participó en las operaciones quirúrgicas

El juicio por contagio masivo de hepatitis C escucha ahora a los testigos de las acusaciones

El juicio por el contagio masivo de la hepatitis C a 276 pacientes en cuatro hospitales valencianos ha entrado en una nueva fase. Durante algo más de dos meses, los contagiados han explicado las circunstancias de sus intervenciones. La mayoría ha reconocido como su anestesista al único imputado, Juan Maeso, para quien el fiscal pide 2.214 años de cárcel. Tras los 300 testigos del fiscal, ahora comienza el turno de los testigos de las acusaciones particulares.

La mayoría son mujeres. Maeso atendía en el maternal de La Fe y en Casa de Salud

Nadie, excepto una paciente operada de cesárea y con trastorno bipolar de personalidad, ha relatado haber visto al médico pincharse y a continuación con la misma aguja anestesiarles. Pero su presencia en las intervenciones sí ha sido refrendada.

El sumario por el contagio masivo del virus de la hepatitis C en cuatro hospitales valencianos entre 1988 y 1998 incluye a un total de 276 afectados. Cuatro de ellos han fallecido durante la instrucción de la causa. De los 272 en condiciones de prestar declaración, han fallado a su turno de comparecencias 13; dos de ellos está previsto que testifiquen por vídeoconferencia. Durante dos meses, el tribunal de la sección segunda de la Audiencia de Valencia, que preside el magistrado José Andrés Escribano, ha escuchado en primera persona los detalles de operaciones y secuelas. Esos testimonios han venido a confirmar, en algunos casos no coincidiendo con lo que consta en las historias clínicas o con lo que afirmaron los cirujanos que intervinieron, que Maeso estuvo en el quirófano. "Era muy amable". "Le recuerdo porque habló conmigo, trató de tranquilizarme". "No se me olvidó su cara, estuvimos hablando antes de la operación, de fútbol". "Era muy simpático, muy atento, habló conmigo". Son algunas de las referencias que constarán en el acta del juicio. Los pacientes, en aplastante mayoría, han reconocido a Maeso. Ha habido lágrimas, dos ingresos hospitalarios por ataques de ansiedad con subidas importantes de tensión tras declarar. La mayoría de afectados son mujeres. Maeso estaba en maternal en La Fe y atendía ese tipo de urgencias en Casa de Salud. Algunas no pudieron dar de mamar a sus hijos, otras decidieron no tener más hijos, alguna se quedó embarazada sin saber que se había contagiado.

El virus de la hepatitis C, en la mayoría de los casos, ha alterado la vida de los pacientes, bien por su impacto psicológico o bien por sus consecuencias físicas. Maeso ha asistido a todas y cada una de las declaraciones de los afectados. Ha ayudado a su abogado, Francisco Davó, en la parte más especializada de los interrogatorios, ha escuchado las respuestas, garabateando en folios, y no ha dicho una palabra. El fiscal, Javier Carceller, ha repetido el cuestionario una y otra vez. El tribunal ha permitido que los testigos se explicaran con detalle, ha flexibilizado el calendario para favorecer las comparecencias, ha aplicado lo que el propio presidente llama "manga ancha" en las preguntas y ha frenado tensiones verbales entre el ministerio público y la defensa.

El turno es, desde el pasado jueves, para los testigos de las acusaciones particulares. Los bancos de los acusadores particulares (135 letrados), prácticamente vacíos desde hace tres meses (excepto cinco abogados habituales, los demás han comparecido el día que lo hicieron sus clientes), estaban más ocupados en la última sesión de la semana pasada. Es ahora el turno de médicos y enfermeras, especialistas con relación directa en el caso, que darán, supuestamente, versiones aún no aportadas que apoyarán la acusación de que Maeso contagió a los enfermos con una jeringuilla que usaba sobre sí mismo, pinchándose anestesia, y después sobre el enfermo. Los primeros testigos de esta nueva fase aún no han aportado declaraciones explícitas en ese sentido, aunque han vuelto a desgranar rumores de si era o no drogadicto, si trabajaba en exceso, o si sus pacientes se despertaban con dolor porque parte de la anestesia se la administraba él.

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La defensa de Maeso, que solicita la absolución del anestesista y niega que el médico sea el foco de contagio, entiende que hasta ahora ninguna de las acusaciones se sostiene mínimamente. No se prevé que el juicio acabe antes de verano.

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