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Columna
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¿Qué haría usted?

Si usted fuera Otegi, ¿qué haría ahora? ¿Y si fuera un miembro de la dirección de ETA? En un estudio sobre "La toma de decisión de los terroristas", incluido en el último número (112-113) de la revista Zona Abierta, monográficamente dedicado a la violencia política, G. H. MacCormick aconseja a quienes quieran interpretar y predecir el comportamiento de los terroristas "caminar con sus zapatos": ponerse en su lugar. ¿Qué pensamos que puede pensar Otegi, en plena batalla por burlar la Ley de Partidos que ilegalizó al suyo, al oír al presidente del Gobierno que se trata de una norma "demasiado restrictiva"? ¿Y qué, al escuchar a la portavoz del Gobierno vasco pedir a Zapatero que, de acuerdo con ese criterio, derogue la ley?

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En torno a ETA hay ahora una hipótesis y unos hechos. La hipótesis es que la ilegalización de Batasuna ha creado las condiciones para la renuncia de ETA: si volviera a matar, Batasuna no podría presentarse a las elecciones, lo que a su vez provocaría movimientos de desafección en su base social y quizás una escisión. Es una hipótesis racional, reforzada por un hecho: los casi mil días sin víctimas mortales. Pero hay también hechos que contradicen esa hipótesis: la expulsión de Pakito y los otros presos que proponían abandonar la lucha armada por inservible para hacer avanzar sus objetivos; el incremento del número de atentados: 47 en 2005, frente a 33 el año anterior y 23 en 2003. También es un hecho la no declaración de la tregua esperada por el Gobierno. Hanna Arendt reprochaba a sus compatriotas su tendencia a huir de la realidad mediante el expediente de tomar los hechos por meras opiniones, y a considerar ese relativismo como la esencia de la democracia.

La única forma de casar la hipótesis con estos hechos es suponer que Batasuna ya ha decidido pero todavía no ha convencido a los jefes de ETA. Hace un mes, círculos abertzales con corbata deslizaron la idea de que la Asamblea de Batasuna ratificaría la "sustitución de la estrategia militar por la política", y que ello podría plasmarse en una petición expresa a ETA de abandono de las armas, a la que la banda respondería positivamente. Esas expectativas se han ido luego desinflando. Seguramente por razones internas de ETA y Batasuna, aunque también externas. Según el antes citado MacCormick, las decisiones de los terroristas están condicionadas por las de sus oponentes. Si el principal incentivo para el abandono de la violencia por ETA es la presión de su brazo político, deseoso de recobrar la legalidad, será necesario evitar actitudes que convenzan a Batasuna de que puede lograr ese objetivo sin necesidad de modificar su actitud ante ETA.

Nadie entrega una posición si puede evitarlo. La insuficiente resistencia del Gobierno al intento de relegalización de hecho por parte de Batasuna es el punto débil de su estrategia. Cuando no se recurrió la presentación de la candidatura de EHAK se dijo que si en el futuro aparecían pruebas de su vinculación con Batasuna se reconsideraría la situación. Han aparecido, pero una vez celebradas las elecciones era difícil dar marcha atrás.

No se sabe si el propósito desmilitarizador de Otegi es sincero, pero si lo fuera necesitaría, para ser eficaz, aparecer como única alternativa a la proscripción. La audacia de incluir el anagrama de ETA en los carteles indica hasta qué punto habían interiorizado la sensación de impunidad. Menos mal que el juez Grande-Marlaska ha encontrado una vía -diferente a la de la Ley de Partidos- para hacerle frente. Porque otra conclusión de las peripecias previas a la Asamblea del 21 es que el consenso que hizo posible esa ley es necesario también para su aplicación. Con independencia de cuál fuera la fórmula jurídica adecuada, una posible iniciativa desde la política para impedir la provocación habría requerido de la legitimación de una declaración conjunta de los firmantes del Pacto Antiterrorista. El coste de su ruptura se actualiza en situaciones como la actual.

Y ¿qué haría usted si fuera Zapatero? "Guárdate de entrar en pendencias, pero una vez en ellas obra de modo que sea tu contrario quien se guarde de ti", aconsejó Polonio a su hijo Laertes cuando estaba a punto de partir, junto a Hamlet, hacia lejanas tierras. La generosidad vendrá después.

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