"Mantener la integridad ha sido la clave en mi carrera"
Hace un tiempo, tras producir a Michael Bublé, la compañía me sugirió grabar un álbum de swing. Y les dije que no iba a hacer los mismos standards que Bublé o Robbie Williams. Ya los había hecho cuando era más joven". Paul Anka (Ottawa, 1941) rememora desde su domicilio en Los Ángeles la génesis de Rock swings (Verve/Universal), nueva entrega discográfica del crooner y compositor canadiense, justo cuando su carrera cumple cinco décadas.
Anka suministra tratamiento de etiqueta -big band mediante- a temas de REM, The Cure, Oasis, Pet Shop Boys o incluso Van Halen y los grunges Soundgarden y Nirvana con brillo insospechado. "Me decidí por canciones de los ochenta y noventa porque esos chicos son ahora mayores y pensé que las apreciarían con este estilo. A Dave Grohl de Nirvana le ha encantado mi versión de Smells like teen spirit", relata un Anka dispuesto a revelar su método: "Pedí a la revista Billboard las listas de éxitos de aquellos años y seleccioné entre 200 y 300 que fueron top 10 en todo el mundo. Me senté al piano con las partituras y probé cada una hasta ver cuáles funcionaban".
El crooner menciona algunos descartes: "Teníamos un gran arreglo para Billie Jean de Michael Jackson, pero cuando me puse a cantarla no podía evitar echarme a reír. Prescindimos del One de U2 porque nuestra recreación se me hacía aburrida... y así muchas".
Anka optó por jugar en casa y grabar en los estudios Capitol de Los Ángeles: "Había registrado allí muchos discos y conocía lo bien que sonaban los metales. Usamos incluso los viejos micros". Rodeado de su equipo de arreglistas ("mágicos héroes anónimos", les llama) el canadiense abre Rock swings con It's my life, de Bon Jovi, cuya letra esconde un guiño al inquilino más célebre de Capitol, Frank Sinatra, y a su My way.
"Como todo cantante pop
estuve muy influido por Sinatra. Le presenté a mi productor, Don Costa, y desde entonces nos hicimos muy amigos. Alterné de noche con el Rat Pack, a pesar de ser más joven y temeroso. Frank me llamaba 'el chico' y siempre bromeaba con que debía escribir algo para él. Un día en un restaurante de Miami me confesó que estaba harto y que pensaba retirarse. No podía creerlo, así que de vuelta a Nueva York me senté a la una de la mañana delante de la máquina de escribir. Tenía esa canción que había hallado en Francia (Comme d'habitude, de Claude François) y trataba de adaptarla a mi estilo. Pensé en cómo Frank hablaría de su supuesto retiro y empecé una nueva letra en inglés: 'Ahora que se acerca el final / y afronto el último telón, bla bla bla...'. La terminé esa noche y se la llevé a Don Costa a Las Vegas. A los dos meses me telefoneó y pegó el auricular a un altavoz: era My way en la voz de Frank. Me eché a llorar".
Paul Anka probablemente hace lustros que repite la historia de cómo revitalizó la carrera de Sinatra en los sesenta y de paso engrandeció la propia, cuando ya había dejado de ser un ídolo juvenil. Con sólo 16 años, una voz entonces aguda y aquella oda a Diana, la baby sitter que no correspondía a su amor adolescente (u otras composiciones como Put your head on my shoulder), Anka arrasó en la segunda mitad de los cincuenta. Y compartió cartel con los pioneros. "Mis verdaderos amigos fueron The Everly Brothers, Bobby Darin y Buddy Holly, porque Chuck Berry, por ejemplo, era un poco extraño. Una vez Holly me dijo: 'Paul, mi representante me roba y yo no quiero seguir con el rock & roll, sino ser solista y hacer discos como tú, con violines. Así que le escribí su última canción (It doesn't matter anymore) antes del accidente aéreo". ¿Las claves después para estos 50 años de trayectoria? "Mantener la integridad, no me gusta intentar ser lo que no soy. Y cuidarme: he aprendido de los abusos que cometieron muchos de mis amigos. Trabajo cada día desde las ocho de la mañana".
Anka siempre lució buen ojo para el negocio: visionario, compró de joven los derechos de sus canciones ("pagué 250.000 dólares de entonces"), compuso la sintonía del sempiterno show televisivo de Johnny Carson, encontró un nicho en Italia cuando The Beatles mandaban y firmó un número uno, She's a lady, para Tom Jones. Posee una editorial musical y no escatima las giras (fue de los primeros en traspasar el telón de acero). Y hasta que no finalice su tour mundial de este año no se volcará con la secuela de Rock swings: "Habrá de todo: de Annie Lennox a Prince. Son los standards del presente".
La música en Nueva Orleans (antes del Katrina)
Nueva Orleans antes del Katrina era el vivo ejemplo de la total identificación a la que puede llegar una ciudad con las músicas que han ido naciendo y creciendo a su alrededor. La Música con mayúsculas hervía en calles, callejones y plazas, en grandes y elegantes locales o en tugurios. Aunque suene a tópico: Nueva Orleans era música. Ahora es de esperar que, tras la reconstrucción, ese bullicio vuelva a poblar aquellos mitificados parajes en los que, entre muchas otras cosas, nació el jazz. Y, mientras tanto, nos queda la música grabada para disfrutar. Doctors, Professors, Kings and Queens: The Big Ol' Box of New Orleans es uno de los recorridos más exhaustivos y, al mismo tiempo, atractivos que pueden imaginarse por el puñado de músicas que se desarrollaron en el delta del Misisipi a lo largo del último siglo. Esta caja de cuatro cedés, lujosamente editada por Shout! (Discmedi), reúne 85 interpretaciones que van del jazz más tradicional al rock and roll más contundente pasando por el blues, el rhythm and blues, el zydeco, el cajun, el klezmer y las músicas de calle. Un compendio apasionante que se completa con una extensa información no sólo de los temas incluidos sino también de la ciudad. Todo, claro, realizado antes de que el Katrina la devastase. No se trata, por tanto, ni de una obra oportunista ni benéfica. Louis Armstrong, Dr. John, Fats Domino, The Meters, Jerry Roll Morton, Irma Thomas, The Dirty Dozen Brass Band, Little Richard, The Neville Bros, Professor Longhair, The Wild Magnolias y un largo etcétera de nombres míticos pueblan estos cedés que rebosan ritmo y ganas de vivir. M. J.
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