De la alta velocidad a la alta responsabilidad
Tras 16 años de anteproyectos, trazados alternativos y disputas políticas, el pasado 12 de diciembre, en el marco de las negociaciones para la aprobación de los presupuestos de los gobiernos vasco y central, se acordó por fin poner fecha, lugar y presupuesto al proyecto definitivo de construcción de la variante vasca de la alta velocidad europea.
El PNV y el partido socialista llegaron a un principio de acuerdo para desbloquear lo que, sin duda, se trata del mayor proyecto de infraestructura que jamás se haya desarrollado en Euskadi. Las cifras de inversión de la denominada Y vasca acallan cualquier atisbo de duda sobre la envergadura del impacto que el proyecto va a tener en el ecosistema socio-económico vasco. Se calcula una inversión directa, en términos meramente económicos de 4.000 millones de euros, aproximadamente 30 veces los que supuso la inversión en el Guggenheim de Bilbao.
Pensamos que merece la pena el esfuerzo de explicar el proyecto con tadas sus oportunidades y todas sus limitaciones
Queremos conocer a cambio de qué vamos a mutilar y desgarrar nuestro ya maltrecho ecosistema natural
Desde 1990, año en que se comenzó a fraguar la idea de conectar Euskadi con el corazón de Europa mediante un trazado de alta velocidad, no dejaron de surgir plataformas a favor y en contra de tal iniciativa; y aparecieron también trazados y propuestas alternativas que prácticamente acabaron con el abecedario en una suerte de Y griegas, Ues e incluso Haches de lo más sugerentes y bienintencionadas.
Por fin, se puede decir que los mismos partidos que sustentaban el Gobierno vasco de aquella época han terminado por decantar, de forma definitiva, la balanza hacia un trazado concreto que, a juicio de sus promotores, contribuirá a vertebrar (complejo concepto) las tierras vascas de nuestra comunidad autónoma y enlazar mediante un singular metro interubano de alta velocidad, no exento de cierta paradoja, distintos municipios más o menos desconectados hasta la fecha, incluidas las tres capitales de la comunidad. El proyecto no queda ahí, sino que parece servir también (aunque durante muchos años planeaba una cierta duda) como red de mercancías y, cómo no, como enlace privilegiado con grandes capitales europeas como Madrid y París (que, en el fondo, era la idea original).
Un cúmulo, en definitiva, de parabienes para un proyecto que sigue suscitando también algunas cuestiones para el debate y que nunca han quedado del todo resueltas para la opinión pública (como la eventual marginación de Bilbao, al quedar en culo de saco; el aparente abandono de un eje estructural de conexión Vitoria-Donostia-Pamplona por Alsasua, tan necesario en nuestro país; la aparente contradicción entre modo de mercancías y Alta Velocidad de pasajeros; el desaprovechamiento de oportunidades de conexión entre aeropuertos y centros urbanos; etcétera).
Pero, queriendo dar y, si es preciso, dando por bueno, el trazado de la Y, con todas las salvedades que cualquier proyecto de características similares puede tener (y más éste, por lo que tiene de definitivo y estructural para un país como el nuestro), nos vemos en la obligación de invitar humilde pero firmemente a las instituciones responsables de esta iniciativa (Gobierno vasco y Gobierno español) a forjar un profundo diálogo con la sociedad vasca para explicar y transmitir de forma absolutamente convincente, no ya el porqué del proyecto y las ventajas y oportunidades que en términos socio-económicos supone el trazado elegido (que nos parecería ya suficiente motivo para plantear una campaña de comunicación social sin precedentes dada la envergadura del proyecto), sino algo que es mucho más trascendental que todo eso.
Dado que se va a hacer, muchos ciudadanos y organizaciones queremos conocer a cambio de qué, hablando en términos plenamente asépticos, vamos a mutilar y desgarrar nuestro ya maltrecho ecosistema natural. Damos una importancia fundamental a nuestro medio natural y queremos conocer cuál es el valor de cambio del impacto ambiental soportado por esta alternativa frente al de las otras hoy finalmente rechazadas para que se valore en sus justos términos toda la operación. Y no sólo creemos que se deben dar a conocer todas estas implicaciones a una élite más o menos ilustrada o involucrada en cuestiones estratégicas, sino que debe ser oportunamente trasmitido al conjunto de los ciudadanos que habitamos en este país.
Vaya por delante que somos conscientes de la necesidad de transformar el obsoleto "sistema" de comunicaciones ferroviarias de nuestra comunidad y de nuestro país. Conocemos las bondades del ferrocarril y militamos en su potenciación como modo alternativo a la carretera (¡Ojalá este proyecto supusiera el exponente de un cambio en la tendencia, a veces obsesiva, de cementar a toda costa nuestro suelo!). No pretendemos ir tampoco de "ecologistas de pancarta" porque sabemos que cualquier proyecto que pretenda actuar sobre este tema va a dejar una huella imborrable en nuestro ecosistema. Pero esto no quita para que, con toda la educación y el respeto que nos merecen, nos atrevamos a demandar de las instituciones políticas que lideran nuestra sociedad una respuesta sincera, profundamente humilde y valiente a la hora de asumir políticamente los costos de todo tipo que para nuestro país y nuestra sociedad supone la Alta Velocidad de la misma manera que, lógicamente, les faltará tiempo para asumir sus beneficios.
Pensamos que merece la pena el esfuerzo de explicar el proyecto con todas sus oportunidades y todas sus limitaciones y de darnos también una respuesta al tema ambiental a la altura de su trascendencia.
El Gobierno vasco estuvo presente hace escasas semanas en Montreal trasladando al resto del mundo su compromiso con la sostenibilidad y su pacto con la Naturaleza. La comunicación y participación social es un pilar fundamental del desarrollo sostenible, en este proyecto de la Y vasca les invitamos a construir también la estación del diálogo social, creemos que merece la pena una parada en ella. Nosotros (los de ahora y los que nos van a suceder), nuestra sociedad, nuestro Planeta (gure aitaren etxea), merecemos, sin duda, este esfuerzo y este tributo. Los ciudadanos, además, debemos exigirlo, como decíamos: humilde pero firmemente; es nuestra responsabilidad.
Carlos Cuerda es economista y socio de NAIDER (www.naider.com).
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