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Columna
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Una reclamación cargada de simbología

En su conferencia e, incluso, en las respuestas a los asistentes a en los desayunos de Europa Press, Manuel Chaves no se salió del guión ya conocido. Habló de las "excelencias" de la realidad económica andaluza, de su futuro ante el nuevo marco comunitario y, también, de su negativa a que alguna comunidad, en referencia a Cataluña, consolide privilegios. A propósito del debate territorial abierto, sus palabras, puntualizando que la financiación de las comunidades debe ser acordada entre todos, pareció levantar más expectación ante un auditorio plagado de empresarios, y al que asistieron, igualmente, la presidenta del Parlamento, Mar Moreno; consejeros, el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín; diputados socialistas y, sobre todo, destacados miembros del Gobierno, como era el caso de los ministros de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla; el de Justicia, Juan Fernando López Aguilar o la de Medio Ambiente, Cristina Narbona. Todos le seguían muy atentamente, y el mismo Sevilla no podía ocultar su satisfacción por la ortodoxia en la que se movía el presidente de su partido. Sus palabras le sabían a agua fresca después de la falta de colaboración que parece está encontrando el Ejecutivo central, en cambio, con Pasqual Maragall.

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Tampoco estaba Chaves por romper el buen clima en el que transcurría el desayuno de modo que se dedicó a apelar a la carga simbólica que tiene para los andaluces el río Guadalquivir para justificar así, el traspaso de la gestión de su cuenca hidrográfica. Dijo que casi la totalidad de la misma transcurre por nuestra comunidad, y puntualizó que nadie entendería que esta competencia no estuviera en manos del Gobierno andaluz. Se guardó lo que ya ha dicho en otras ocasiones al respecto y que suena mucho más duro, esto es, que la ministra, poco menos que nada tiene que decir en este asunto, que es cosa del Congreso de los Diputados en donde se decidirá la capacidad de que salga adelante la reforma del Estatuto andaluz en los términos en los que se viene planteando. En todo caso, Narbona, que ya ha tenido más de un encontronazo con los socialistas andaluces, como ha ocurrido con el caso del Algarrobico, no tuvo más remedio que forzar una sonrisa, mantener el tipo y, sobre todo, tomar nota de la firmeza de la Junta en relación con esta reivindicación. Así que, en efecto, el Guadalquivir se configuraba en el principal símbolo, hasta ahora, de las discrepancias surgidas entre Andalucía y la Moncloa.

También a preguntas de los asistentes, entre los que se encontraban directivos y representantes de grandes compañías con intereses muy claros en Andalucía, señaló que la Administración andaluza no tiene lista alguna de los ayuntamientos a los que les quitará las competencias en materia de urbanismo. Es más, se cuidó de aclarar que la ley que lo va a posibilitar no se hizo pensando exclusivamente en Marbella. Sólo al final optó por la ironía y por hablar de sí mismo. Fue cuando se interesaron por saber si se iba a presentar de nuevo a las elecciones autonómicas como candidato a la presidencia de la Junta por el PSOE. Poco dado a hablar de estas cuestiones, en esta ocasión, sin embargo, no tuvo remilgo alguno en anunciar su disposición a encabezar otra vez la candidatura socialista y, a modo de contraataque, añadió que más que preguntarse por la continuidad en el cargo de él habría que hacerlo sobre aquellos que permanecen encabezando la oposición después de 18 años de fracasos continuados. Un mensaje directo hacia su principal contrincante, el presidente del PP, Javier Arenas, quien ha perdido dos contiendas electorales frente a Chaves. Con ello, descubría, desde luego, uno de los que a buen seguro será uno de los principales argumentos que esgrimirán desde ahora los socialistas contra Arenas quien, a su vez, se aferra a esa larga permanencia de Chaves como presidente de la Junta como principal vía de ataque.

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