Majaderías
Tenía pensado escribir un artículo contra los Comités Audiovisuales, el catalán y el proyectado estatal, que acabarán convertidos en instrumentos de censura política (parafraseando las palabras de Borges sobre la Junta Militar argentina, esto de los comités es como comerse a los caníbales), pero el espíritu de las fiestas se me ha metido en el cuerpo y he sentido la necesidad de celebrar el fin de 2005, que fue un año violento y desquiciado, con algo más amable. Porque los humanos estamos chiflados, pero algunas de las majaderías que cometemos resultan divertidas.
Por ejemplo: ¿saben que en Francia existe un Movimiento para la Liberación de los Enanos de Jardín? Pues sí, una serie de individuos han creado una organización clandestina que, de cuando en cuando, asalta jardines privados y libera a esos horrendos gnomos de escayola, es decir, se los lleva. Otra locurilla semejante, que se celebra justo en estas fechas, es la Santarquía (Santarchy), consistente en que un montón de hombres y mujeres se visten de Santa Claus, con disfraces caseros y casposos, y deambulan por el centro de sus ciudades haciendo el gamberro navideño, copando los pubs con su presencia roja y cantando y bailando por las calles. La primera Santarquía tuvo lugar en 1994 en San Francisco, (EE UU) y fue un evento "surrealista", como lo denominaron sus creadores. Pero los humanos somos bichos sociales y rutinarios, y enseguida nos organizamos en grupos, en banderías, en manadas, y pretendemos convertir en tradición cualquier ocurrencia atrabiliaria. Y así, la Santarquía se ha extendido como la pólvora por todo el mundo anglosajón, y hay páginas webs, y distintas facciones con ideales distintos que ahora andan a la greña unos con otros (parece la historia de un partido político), hasta llegar a las navidades de este año, en las que un grupo bastante alcoholizado de cuarenta Santas de Auckland, Nueva Zelanda, han causado el terror del vecindario, meándose en los jardines y agrediendo a la gente hasta terminar en una batalla campal con la policía. En fin, yo quería contar algo chistoso, pero veo que siempre acabamos en lo mismo: en las rencillas personales, el caos y los mamporros. No tenemos remedio ni en Navidades.
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