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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desoriente próximo

Se acumulan los elementos para una peligrosa crisis en Oriente Próximo. Tras el anuncio de los grupos palestinos armados más radicales del fin de su tregua en territorio israelí, llega la petición de la comisión de la ONU que investiga el asesinato del dirigente libanés Hariri de interrogar al presidente sirio Bachar el Assad y su ministro de Exteriores Faruq Shara. El asunto está reventando después de que Abdel Harim Khadam, vicepresidente de Siria hasta junio pasado, declarara públicamente desde París a la cadena de televisión Al Arabiya que Assad había amenazado con matar a Hariri meses antes, criticara a Shara y considerara un "criminal" al antiguo jefe de los servicios secretos sirios en Líbano, Roustom Gazalé.

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Damasco ha reaccionado acusando a Khadam de corrupción y traición. La realidad el régimen está más debilitado que nunca. El único verdadero aliado que le queda es Teherán. Con Damasco en tumulto, no cabe excluir ni un golpe de Estado ni un giro espectacular. Assad puede amenazar o incluso amagar un ataque a Israel, bajo el disfraz de una supuesta autodefensa, cuando este país esté en plena campaña para las elecciones de marzo. Pero también puede seguir el ejemplo de Gadafi, y buscar, aunque quizá demasiado tarde, la reconciliación con Occidente. Como resultado de la demanda de la ONU y de las acusaciones de Khadam, en cualquier caso, Assad es ahora un presidente tambaleante.

Por su parte, el servicio de seguridad israelí, Shin Bet, ha acusado a las autoridades palestinas de haber permitido la entrada en Gaza desde la retirada de las fuerzas de ocupación de "cantidades ingentes de armas y explosivos", incluidos misiles tierra-aire que dificultarían los ataques selectivos israelíes. Sea lo que fuere, Israel ha vuelto a reforzar su control sobre la frontera entre Gaza y Egipto.

La franja está que arde. Los grupos armados, incluso los vinculados a Al Fatah, el partido de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, se disputan el protagonismo, y han anunciado el fin de una tregua que no tenía fecha de caducidad. Hamás, el grupo principal, que ha subido en las elecciones locales y pretende seguir haciéndolo en las generales palestinas previstas para el 25 de enero, ha afirmado que respetará la tregua siempre que se mantenga esa cita electoral. Pero Abbas ya ha amenazado con aplazarla si Israel no deja que voten los palestinos en Jerusalén Este. En realidad, Abbas teme también un ascenso incontrolable de Hamás. Los ingredientes para una explosión están todos ahí. Es de esperar que puedan desactivarse.

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