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Columna
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Suerte

En algunas zonas de América Latina, hay gente que recibe el año nuevo fuera de casa y con las maletas preparadas. Otros lo hacen con un fajo de billetes entre las manos. Invocan, así, el viaje de sus sueños o la fortuna económica que nunca acaba de llegar. Son dos de las innumerables supersticiones que jalonan la ancestral celebración del solsticio de invierno; la apertura de otro ciclo del tiempo que se renueva y se pierde a la vez. Cierta tradición cubana cree que las cabañuelas condicionan el destino anual, o lo que es lo mismo, que la suerte de cada uno de los doce primeros días determinará el destino de los doce meses que están por vivir. Los chinos, convertidos en un matraz de descomunales proporciones donde se mezclan vertiginosos experimentos sociales, celebran a causa de su acelerada occidentalización el año nuevo del calendario gregoriano pero también el tradicional año nuevo lunar, de finales de enero a principios de febrero, y procuran que el tránsito les pille con la casa limpia y ordenada, dispuestos y ligeros para otro comienzo. El año nuevo judío, en fin, el Rosh Hashanah, cae en septiembre y abre un periodo de oración y penitencia que termina, ya en octubre, con el Yom Kippur. De una manera u otra, nadie escapa al exorcismo del tiempo que se repite. El año del huracán, por ejemplo, ha marcado la fecha en los estados norteamericanos de Louisiana y Mississipi. "Premio gordo de fin de año e incertidumbre de año nuevo", titulaba un periódico de Biloxi al dar cuenta del bullicio en los casinos y de la precariedad en el restablecimiento tras la catástrofe. El diario The Advocate, por su parte, titulaba que a Baton Rouge le preocupa el 2006 porque "el éxodo de Nueva Orleans tiene un enorme efecto, tal vez permanente" sobre la textura política de su comunidad. En cambio, The Times-Picayune, en clave optimista, apuntaba que los números exactos son difíciles de establecer pero que una cosa cierta es que "la población de Nueva Orleans está regresando más rápido de lo esperado". Cada uno proyecta sobre el calendario sus esperanzas y sus temores. Como tantos miles de personas que la otra noche, entre los resplandores inevitables de la fiesta, buscaron en los ojos de sus seres queridos el arcano de su porvenir.

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