¿Odisea IV?
Una odisea. Eso es lo que dije a mis compañeros de trabajo cuando llegué con una hora de retraso. Había salido de casa dos horas y cuarto antes. Pero el no saber que se había caído una viga en las obras del AVE hizo que cogiese el tren hasta Chamartín, que allí bajara y esperase otro tren que nos llevase hasta Fuencarral para coger un autobús hasta Cantoblanco, y, una vez allí, el tren hasta Tres Cantos, mi destino.
Muy bien el disponer de una alternativa y cubrir por carretera un trayecto imposible de hacer por tren. La verdad es que apenas tuve que esperar en Chamartín ni en Fuencarral, pero ¿de qué sirve esto si luego en Cantoblanco tienes que esperar 45 minutos a que llegue tu tren? Con los nervios a flor de piel, estuve tentada de dirigirme al conductor y preguntarle por qué motivo no arrancaba cuando ya habíamos esperado suficientemente a que llegase, pero como era martes y 13, me quedé sentada, por si arrancaba mientras me bajaba, porque del otro andén ya habían salido en el tren en dos ocasiones, mientras nosotros estábamos allí, no sé esperando qué.
Invitaría al Ulises moderno de Joyce a hacer el peculiar recorrido de esta odisea -por entregas- del cercanías. La primera parte fue la de la huelga de mandos intermedios; la segunda, la de los maquinistas de Fuencarral; la tercera, la de la viga, y la cuarta, la anunciada huelga de Navidad (ésta, afectando a la alta velocidad). Por cierto, queridos Reyes Magos, ¿podéis traer una magafonía nueva a la estación de Nuevos Ministerios? ¡No hay quien se entere.
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