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Columna
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Varapalo a RTVV

El Consell Valencià de Cultura es, a la luz del Estatut d'Autonomía que lo establece y de la ley que lo regula, una institución asesora y consultiva de los poderes públicos que ha de servir para restituir nuestra identidad y dinamizar el proceso cultural. No está claro a qué identidad se refiere ni cómo contribuye a lo segundo, pero hemos de suponer que lo hace mediante los informes y trabajos que realiza, y que de algún modo han de justificar las dietas que percibe. La labor de este órgano de la Generalitat no suele tener proyección mediática, pero podemos dar fe de que los consejeros se aplican a ella con perseverancia, aunque otra cosa sea la utilidad de sus dictámenes, siendo así que el Gobierno puede pasárselos por la faja.

No obstante, esa presunta inoperatividad, hay que agradecerle al mentado CVC un informe reciente sobre la Radiotelevisió Valenciana (RTVV) que no parece evacuado a petición de ningún poder público, por lo que cabe suponer que ha sido elaborado por iniciativa propia, lo que delata una plausible sensibilidad cívica acerca de los problemas que nos afligen. Y uno de ellos es la televisión autonómica, aunque no lo perciba la mayoría del vecindario, razón por la cual no se aborda ni se resuelve, al margen de que este gobierno del PP no ha tenido nunca la voluntad política de abordarlo. Una televisión secuestrada -pues de eso se trata- es una televisión al servicio de sus intereses partidarios, importándole un ardite los derechos de los ciudadanos a una información veraz, plural y que proyecte la realidad del país.

Los sabios del mentado Consell apenas han dicho algo nuevo sobre el apaleado, ruinoso y desacreditado ente, pero su diagnóstico tiene el mérito añadido de ser emitido desde la neutralidad de un instituto necesariamente moderado. No obstante, los consejeros han dado fe de la parcialidad y banalidad informativa, la discriminación de los partidos y colectivos ciudadanos, la vulgaridad de la programación y su escaso apoyo a la promoción de una industria audiovisual indígena. Si añadimos la habitual discriminación de personas y profesionales según la arbitrariedad, más que el arbitrio, de los responsables, tendremos casi completa la nómina de los pecados capitales de este medio, víctima de la estupidez y del miedo a la información objetiva -en lo posible- y a la opinión libre. Diríase que todavía es un flemón del franquismo en los ijares de la democracia, lo que no es un aval, precisamente, para cuantos gestionan el ente y los políticos que de él se prevalen.

Todo esto suena a sermón viejo, como bien saben los lectores de estas páginas. Pero aun así, conviene reiterarlo para que no nos acomodemos a la abdicación propia y al abuso del Gobierno. Tanto más, si los doctos miembros del CVC nos brindan la oportunidad y, en la misma sintonía, el líder de los socialistas valencianos reclama la pluralidad de RTVV, cuestionando incluso, y por este motivo, el buen fin del Estatut que se reforma. Bien podría redondear la faena anunciando cómo garantizaría una radiotelevisión pública democrática en el caso de poder hacerlo. ¿Abriría el plató a debates sobre el urbanismo, las finanzas públicas, la corrupción o la seguridad? ¿Pondría el medio al servicio del país y no del mandamás de turno, mediante el organismo adecuado para velar por tales fines y modos? Mójese, hombre, mójese.

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