Restos de un poblado romano afloran en las obras del parque de Eugenia de Montijo
Los vecinos, provistos de documentación histórica, alertaron sin éxito a los constructores
Las obras que conectan la avenida de los Poblados con la M-30, en Carabanchel, han hecho aflorar en los últimos días vestigios de un poblado romano, bajo un amplio trecho excavado que atraviesa el parque de Eugenia de Montijo. Una plataforma vecinal del barrio, opuesta a las obras, había alertado, sin éxito, de la probable existencia de los restos ahora encontrados. El hallazgo ha sido confirmado por la Comunidad de Madrid, que prepara un informe. Ya en el siglo XIX, varios historiadores situaron en la misma zona la villa de Miaccum, origen romano de Madrid.
Los elementos arqueológicos que yacían bajo las obras del parque de Eugenia de Montijo han sido hallados tras la apertura por las excavadoras de una contrata municipal -con fuerte oposición vecinal- de una zanja de unos 300 metros de longitud por diez metros de anchura y dos de profundidad.
El paraje excavado, cerca de la conjunción entre la Vía Carpetana y la calle del Pingüino, es de pradera arbolada. Se encuentra muy cerca de la estación de metro de Eugenia de Montijo, en su acceso a la calle de Ocaña: se despliega en un perímetro comprendido entre la que fuera Prisión Provincial de Carabanchel, la ermita de Nuestra Señora de la Antigua -del siglo XIII, que figura entre las más veteranas de la Comunidad de Madrid- y un cementerio, también medieval, que aún se emplea para enterrar vecinos titulares de sepultura fallecidos en el barrio.
Los vestigios arqueológicos hallados incluyen un fémur de gran tamaño; un horno de cocción de alimentos; numerosas tejas de fábrica romana, bien de viviendas habitadas o bien de tejares de la época; una rueda de molino para moler harina, en piedra granítica, de más de un metro de diámetro; fragmentos de vasijas de diferente tamaño, de la variedad saguntina, en color rojo muy vivo; un pozo pétreo de hechura arcaica, y, sobre todo, abundantes hiladas de muros y pavimentos de pedernal y caliza, enterradas en el suelo y de larga traza aún por delimitar, de la variedad ostraccus. Esta disposición murada presidía muchos poblamientos romanos en la península Ibérica.
Hitos de marcaje
Una pareja de arqueólogos de la empresa TAR, que se hallaba ayer trabajando sobre el terreno excavado, había dispuesto sobre la superficie abierta por las excavadoras centenares de hitos de marcaje y catalogación, con papeles envueltos en plástico transparente. En ellos constaban numeraciones habituales de las actuaciones arqueológicas. Algunos de los surcos realizados cerca de ellos por las máquinas mostraban incisiones usuales en estas tareas.
Las obras forman parte de una actuación de la constructora ISO, que unirá la M-30 y la M-40 a través de la avenida de los Poblados y cuya supervisión patrimonial compete a la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, que el pasado viernes confirmó a este diario el hallazgo de vestigios romanos.
Fuentes del mismo departamento señalaron que arqueólogos de la Comunidad preparan ya un informe que incluirá la datación y fechado de los objetos encontrados y que harán público en los próximos días.
A primeros del pasado agosto, las excavadoras comenzaron a adentrarse en las praderas del parque de Eugenia de Montijo con el rechazo de la Plataforma de Asociaciones Vecinales de Carabanchel. "En 1985 se preveía que el viario hacia la M-30 cruzara por una zona terriza alejada de la pradera; pero en 1997, el plan general de aquel año dispuso tender la nueva ruta por la zona alta del parque de Eugenia de Montijo", explica Antonio Hernández, miembro de la organización ciudadana.
Ya desde entonces, esta coordinadora vecinal había alertado a las autoridades de la presumible existencia -en esa misma zona- de vestigios arqueológicos que fundamentaban su rechazo a las obras a través del parque. Y ello porque, previamente, numerosos vecinos decidieron acopiar toda la documentación disponible sobre la historia de Carabanchel.
La zona donde han aflorado los vestigios romanos se caracteriza por ser un promontorio con abundancia de agua subterránea, lugar de paso de los arroyos Luche -que diera nombre a la barriada- y Meaques, que cruza la Casa de Campo y tributa al río Manzanares por su margen derecha. Este regato es, en la etimología, el primer vestigio latino de Madrid, ya que derivaba del término Miaccum, nombre de un primitivo poblamiento romano en el oeste de la ciudad, en torno al siglo II antes de Cristo.
Ya en 1860, historiadores y científicos como Amador de los Ríos y Antonio Vives, así como en 1897 el arqueólogo que documentó los yacimientos romanos de Mérida, José Ramón Mélida y, más tarde, en 1903, el académico de la Historia José María Florit situaban en las inmediaciones del cementerio de Nuestra Señora de la Antigua -donde acaban de encontrarse los últimos hallazgos- el poblamiento romano de Miaccum.
Mosaicos y estatuillas
En su opinión, quedaba probado de esta manera el origen romano de uno de los primeros asentamientos de la futura ciudad de Madrid. Sus tesis las basaban en numerosos hallazgos anteriores, como el de tres piezas de mosaico romano polícromo que hoy pueden verse en el Museo de San Isidro; afloraron también estatuillas de bronce, vasos de cerámica, hebillas, monedas de distinta cronología y utensilios domésticos, todos ellos romanos.
Ya en el año 1903, José María Florit, numerario de la Real Academia de la Historia, escribía: "Hallé también una fíbula de bronce y otra de hierro, restos de cornisas de mármol, vidrios, restos de mosaicos y baldosines romboidales romanos y una pesa de barro cocido". Sus descubrimientos lo fueron, en la mayoría de los casos, durante remociones de tierras previas a las sepulturas en el cementerio contiguo a la ermita medieval de Nuestra Señora de la Antigua.
Estos argumentos fueron usados por los vecinos para pedir la paralización de las obras, pero las excavaciones prosiguieron: "Y lo han hecho por el peor trazado posible, que perfora el parque de Eugenia de Montijo justo donde ha aflorado el poblado", comenta la vecina Ana de Llano.
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