China tecnológica
La de China, hemos sabido esta semana, es ya la cuarta mayor economía del mundo. Más significativo que ese dato, intuido a tenor de los ritmos de crecimiento del PIB que ha mantenido en los últimos años -una media del 9,5% anual durante las dos últimas décadas- , es la intensa transformación que su estructura productiva está experimentando. Uno de los más destacados exponentes de esa creciente modernización es el peso específico que en muy poco tiempo ha cobrado esa economía en el sector de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC).
La vocación por reforzar su presencia en ese sector ya se puso de manifiesto con la compra de la división de ordenadores personales de IBM, pero su muy destacable traducción en ingresos exteriores la acaba de confirmar la OCDE. China no ha dejado de aumentar en esos bienes su cuota de comercio exterior desde finales de la pasada década, cuando el potencial generador de ganancias de eficiencia de esas tecnologías ya disponía de respaldo empírico suficiente. El valor total de las importaciones y exportaciones de ese tipo de bienes (desde móviles hasta cámaras digitales, pasando, por supuesto, por los ordenadores personales) superó en 2004 los 329.000 millones de dólares, frente a tan sólo 35.000 millones registrados en 1996. Para hacernos una idea de su significación, las cifras correspondientes a EE UU fueron de 375.000 millones de dólares en 2004, frente a 230. 000 millones en 1996. En realidad, China ha desplazado a EE UU como principal exportador de bienes TIC en 2004, con más de 180.000 millones de dólares, frente a 123.000 millones en 2003. EE UU vendió al exterior manufacturas TIC, en 2004, por 149.000 millones de dólares, frente a los 137.000 de 2003.
China e India ilustran las posibilidades de aceleración de la transición a una economía moderna, que ofrece la dinámica de la globalización
Como se deduce de las cifras anteriores, y al igual que ocurre con otros capítulos de comercio, la china no es únicamente una economía vendedora. Las importaciones son también significativas, al tiempo que, dados los espectaculares ritmos de crecimiento de la demanda, contribuyen a alimentar el crecimiento del conjunto de la economía mundial. En el caso de las TIC, el origen de las importaciones ha ido desplazándose, desde EE UU y la UE, hacia los vecinos asiáticos, de donde viene el 60% de las importaciones totales de estos bienes, fundamentalmente componentes. Junto a la no menos explícita apertura a las inversiones directas de las principales multinacionales del sector de todo el mundo, China ha pasado en pocos años a convertirse en una potencia tecnológica, muy distante de la especialización en manufacturas de bajo valor añadido con que todavía provoca recelos y tentaciones proteccionistas en no pocas economías industrializadas.
Junto a la de India, la economía china aporta una muy valiosa ilustración de las posibilidades de aceleración de la transición a una economía moderna, que ofrece la dinámica de globalización hoy vigente. La condición para que esas posibilidades se traduzcan en hechos es no descuidar la intensificación de las habilidades de los trabajadores, ni la inversión en infraestructuras tecnológicas. Una lección que puede ser útil a algunas regiones españolas, empeñadas todavía en superar precisamente la sombra competitiva de las aquellas manufacturas chinas menos intensivas en valor añadido.
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