Los vencedores del año
Como se comentaba desde estas mismas páginas en la crónica del reciente concierto de The Strokes, Franz Ferdinand y ellos compiten por tener la mayor influencia en el ámbito del pop rock de estos inicios del nuevo siglo. Ahora bien, por encima de los neoyorquinos ha quedado en el interés general de los aficionados al rock de última generación el éxito del cuarteto escocés Franz Ferdinand, que con sus dos discos editados en nuestro país en dos años ha pasado sucesivamente de actuar en una sala de apenas 2.000 personas a telonear a U2 en su última visita a la capital y, sólo cuatro meses después, a convocar en solitario a alrededor de 10.000 espectadores.
Para telonearles se presentó en España The Rakes, última esperanza blanca del rock británico y esta vez, sin excusas de ningún tipo, con un sonido más emparentado con el punk rock británico de los años ochenta -The Clash- que nunca. The Rakes dejaron la atmósfera preparada para la irrupción en escena de uno de los grupos que más trozos de sus canciones -sincronización, se llama eso- ha conseguir meter en las imágenes de las diversas televisiones españolas.
Franz Ferdinand
Alex Kapranos (voz y guitara), Nick McCarthy (guitarra), Bob Hardy (bajo) y Paul Thomson (batería). Madrid Arena. Madrid, 22 de diciembre.
En un escenario de color fucsia pastel, con una pantalla de vídeo gigante que parecía de juguete tras ellos, el cuarteto arrancó con toda energía y una potente ráfaga de temas de su segundo y último disco, You could have it so much better. Al final del cuarto, I'm your villian, el público estaba literalmente dando botes, celebrando el pop rock del grupo, deudor en su estilo de algunas de las bandas más divertidas e intrascendentales de los años ochenta.
Con el grupo sin dar tregua, fueron solapándose las canciones de sus primeros dos álbumes en medio de un delirio colectivo que iba estallando a los sones de Take me out, la paródicamente Beatle Eleanor put your boots on, o la irresistible, en términos de baile, Michael. La fiesta no decayó en un solo minuto de la velada y los aplausos del respetable obligaron a la banda a hacer un orgiástico bis de cuatro canciones, siendo en la última de ellas, This fire, en la que se apuntaron los teloneros a salir también al escenario y aporrear cualquier instrumento que quedara libre.
Fue, pues, este concierto el que confirma la línea ascendente del grupo. Lo cierto es que el éxito de Franz Ferdinand parece, en principio, bastante claro: la banda busca ante todo simpleza y efectividad directa; tanto en la composición de sus canciones, entre las cuales hay varias letras francamente jugosas y llenas de sentido del humor, como en la búsqueda de melodías vocales. Todo ello con el objetivo de que sus temas conecten con audiencias masivas por la vía del estribillo, que viene a ser el camino más clásico e infalible en la música pop. A esto podría unírsele el diseño de orquestación del grupo, también muy esquemático y con, eso sí, arreglos de guitarras que podrían ser bastante mejorables. Por otro lado, los ritmos que utiliza la banda son bailables y parecen adorable producto de la imperfección instrumental o, al menos, la falta de sutilidad de la sección rítmica que los ejecuta.
Por lo demás, todo este conjunto funciona, convirtiéndose en un ejercicio de alquimia musical que se hace rápidamente familiar para quien lo escucha. Quizá sea por todo esto por lo que los miembros de Franz Ferdinand han vencido a todas las propuestas del género, The Strokes incluidos, y puede considerárseles los vencedores del año que concluye.
Babelia
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