Escollos insalvables
Lo mejor del montaje de Così fan tutte desde una óptica homosexual que anteanoche abrió las sesiones golfas del Liceo en el foyer del teatro es la brillantísima adaptación musical dirigida por Jens-Karsten Stoll. La genial música de Mozart, interpretada íntegramente a ocho manos por dos parejas de pianistas -uno de ellos, el propio director musical- fluye con arrolladora vitalidad y expresividad a borbotones. Sorprende también, pero menos de lo esperado, la propuesta escénica de Robert Lehmeier, en la que todos los personajes son interpretados por hombres.
El arranque teatral es flojo: seis chicos gays hablan de dietas, cosmética y atractivo sexual en una fiesta que más parece un velatorio. Enseguida pasan a la acción mozartiana, es decir, a hincarle el diente al texto de Da Ponte y a la maravillosa partitura. Y surgen los escollos, algunos insalvables. La versión se ofrece en alemán, con subtítulos en catalán, sistema que te ayuda a salir del paso con los diálogos, pero no con el canto; escuchar una ópera italiana cantada en alemán se soporta mal fuera del ámbito germánico. Si encima los intérpretes cantan mal, como sucede en este sencillo y elegante montaje procedente del Schauspielhaus de Hamburgo, es imprescindible olvidarse de Mozart para disfrutar la velada.
Così fan tutte
De Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto de Lorenzo Da Ponte. Versión libre en alemán de Robert Lehmeier y Jens-Karsten Stoll. Intérpretes: Marc Haag, Seymur Karimov, Christian Jenny, Kim Schrader, Christian Senger y Stefan Bootz. Piano: Dietrich Bartsch, Dimitrios Drainakis, Andreas Kern y Jeas-Karsten Stoll, director musical.
Dirección de escena: Robert Lehmeier. Escenografía: Markus Meyer. Vestuario: Marcel Zaba. Iluminación: Rebekka Dahnke. Producción: Schauspielhaus de Hamburgo. Foyer del Teatro del Liceo, Barcelona, 17 de diciembre.
Hay buen ritmo teatral y algunos chistes hilarantes: el regreso a la fiesta de Ferrando y Guglielmo disfrazados de conejito y pantera rosa; las alusiones a la impotencia de Don Alfonso; Despina comiendo a destajo para saciar su apetito sexual. Lehmeier juega bien sus cartas y la obra, que pone sobre el tapete, con cinismo y pesimismo, la infidelidad de las mujeres y los resortes del deseo, cobra excitantes perspectivas al ser trasladada al mundo homosexual. La adaptación, con numerosos cortes y cambios respecto del texto y la partitura original, funciona mejor cuando más se aleja del original y, sin caer en el mal gusto, apunta situaciones de hilarante carga sexual.
Marc Haag (Fiordiligi), Seymur Karimov (Guglielmo), Christian Jenny (Dorabella), Kim Schrader (Ferrando), Christian Senger (Despina) y Stefan Bootz (Don Alfonso) salen mejor librados como actores que como cantantes. No todos destrozan las arias por igual: Schrader salva la emotividad de las arias de Ferrando, pero los "hermanos" Fiordiligi y Dorabella, obligados a realizar inútiles esfuerzos, acaban dando grima. No se trata de reparos puristas: el problema es que intentan cantar Mozart absolutamente en serio, una mala opción cuando no se tiene ni voz, ni técnica para hacerlo. El foyer acoge esta noche (21.00) la última función.
Babelia
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