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Columna
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Libertad

El divorcio entre la Universidad -el estamento universitario clásico- y los resortes de poder político y económico de la sociedad, marcan los acontecimientos recientes en la Comunidad Valenciana. El nacionalismo al uso cae por la pendiente, asediado por sus fervientes defensores que con sus posturas intransigentes alimentan la iracundia de quienes pretenden ser adalides en exclusiva de los valores patrios. ¿De qué patria? Ramón Frías Fargas dijo en una ocasión: "Lo que me sume en el escepticismo es la aparente incapacidad de los españoles para dialogar de manera constructiva. Su propósito superior es siempre ridiculizar, humillar, y si es preciso y posible, violentar al interlocutor: privarle de libertad".

Estamos asistiendo a una radicalización de las posturas políticas ante la inmediatez de un proceso electoral municipal y autonómico que se producirá a mediados de 2007. Muy poco tiempo para tan intrincado camino hacia la libertad. La libertad no se improvisa ni se inventa. Es más bien un logro de los ciudadanos, que no se debe poner en peligro, en aras de un bien superior que definen a su manera siempre los mismos. La sociedad valenciana a lo largo de sus treinta años de brega vive una etapa represiva. La transición política que tanto despejó el horizonte de una circunscripción autonómica, como la valenciana, no llegó a propiciar un avance rápido que contribuyera a la equiparación de España con los miembros veteranos de la Unión Europea.

La libertad es importante para las empresas, para sus propietarios y también para los políticos. Desgraciadamente los líderes políticos no perciben esta prioridad porque trabajan con una perspectiva pacata de cuatro años. Corto periodo para una sociedad que necesita diversificación y recuperar con la mayor celeridad las posiciones perdidas.

La sociedad está cambiando su fisonomía. La vertiente femenina adelanta posiciones en un entorno inmediato, en el que los mayores -tercera edad- cada vez con más recursos económicos transmiten sus exigencias. La sociedad actual no está preparada para la adversidad ni tiene los resortes adecuados para atender a quienes enferman o por su edad necesitan ayuda doméstica para sobrevivir dignamente.

La conveniencia de actuar, por encima de las presiones que nos rodean, condiciona un discurso de cuya gestión adecuada dependen muchos funcionarios. Maquiavelo en 1497 dejó escrito que: "Si siendo unos pigmeos, atacamos a unos gigantes, para nosotros la victoria será mucho más gloriosa que para ellos; si para ellos, en efecto, el combate ya es de por sí vergonzoso, mucha más vergonzosa será la derrota".

En esta lucha desigual se entrecruza un cierto cansancio y la falta de horizontes despejados. Comienza a establecerse una cierta preocupación para desactivar la estrategia de la crispación. Es la libertad y la calidad de vida las que están en peligro, con la excusa de alcanzar cotas de progreso, precipitadamente por causa de la improvisación y la carencia de valores, más allá de la cultura de la gestión que amenaza con unificarlo todo y rescindir la diferenciación y la oportunidad de marcar distinción. Se necesita altura de miras para afrontar el futuro.

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