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Entrevista:En pocas palabras | Emilio Lledó, filósofo

"¿Qué haríamos nosotros si viviéramos en Faluya?"

Juan Cruz

Hay palabras que se resisten, incluso la palabra resistencia, que, en Irak, por ejemplo, parece tener una doble cara. Pero la más difícil de todas sigue siendo, a juzgar por las apariencias, la palabra terrorismo. En la última cumbre del Mediterráneo, celebrada en Barcelona, los países miembros no dieron con una definición concreta sobre la que estuvieran de acuerdo. Emilio Lledó, académico y filósofo, autor de Sobre la infelicidad, se ha pasado la vida buscándole sentido a las palabras, y le hemos propuesto que piense sobre algunas.

Pregunta. ¿Por qué es tan difícil acordar qué es terrorismo?

Respuesta. Porque cada uno tira para su lado.

P. Usted ha propuesto el concepto aterrorismar.

R. Sí, utilizar el terrorismo como arma política. Existe el terrorismo de las bandas que perpetran actos inhumanos, feroces y cobardes, y está el terrorismo de los que usan la existencia de aquel terrorismo para mantener a la gente en perpetuo estado de agresión. El mundo se convierte, para el aterrorismado, en un mundo de múltiples agresiones.

P. Y hay más formas de terrorismo.

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R. Sí, está el de los terroristas, que hay que condenar venga de donde venga, y el de los mancillados o agredidos que se defienden.

P. ¿Qué terrorismo sería éste?

R. Es un terrorismo que no entiendo, pero que no me extraña: ahora ha dicho el presidente Bush que hay en torno a 30.000 muertos como consecuencia de la invasión de Irak. ¿Cómo esos bombardeos de Faluya no van a generar desesperados que actúen desde la irracionalidad? Esa situación crea una infelicidad profunda, un ambiente en el que todo el mundo desconfía de todo el mundo. ¿Qué haríamos nosotros si viviéramos en Faluya?

P. Una palabra terrible en sí misma, terrorismo.

R. Y además está el propio terrorismo de las palabras, cuando se llenan de calumnias y de falsedades, muchas veces por razones políticas. En esa maceta crece esa planta apestosa y oscura, e irracional, del egoísmo. En esa maceta también se alimentan las frases hechas, ante las cuales se impone lo que yo llamo el cambio climático de los cerebros.

P. La corrupción es también una palabra que persigue su verdadero sitio en el diccionario de la ética.

R. Sí, porque no existe sólo la corrupción económica, sino esa que proviene de la corrupción de las neuronas, que alimenta las mentiras. Un gran filósofo decía que a fuerza de usar las mentiras como argumento acabamos siendo una mentira viva. La mentira es un autoveneno. Hay momentos en que no sabes quién eres, porque llegas a ser un propagador de la mentira; ya no eres un ser humano, alguien que lucha por ser bueno y por ser honesto.

P. ¿Esta ejecución que ha habido en Estados Unidos cree usted que contribuye a crear esa infelicidad de la que habla y que crean los terrorismos?

R. No me cabe la menor duda; ese señor Schwarzenegger representa un conjunto de intereses que pone en sus manos la posibilidad de matar a un individuo y que también pondría en sus manos la posibilidad de pulsar un botón para que caigan bombas o para que se declare la guerra.

P. Ahora vuelve a hablarse de la palabra tortura.

R. Por esos aviones que parece que han pasado por nuestras cabezas. ¿Cómo puede hablar Condoleezza Rice de derechos humanos, cómo puede decir que ya ha dado las explicaciones oportunas? Está el terrorismo de los titulares: nos informan de que ya ella ha dado las explicaciones, y parece que el problema se ha resuelto. Y otra cosa: nunca se dice que el torturado ya no es una persona que puede hablar como cualquier ser humano. Es un torturado.

P. Y se vuelve a hablar de la libertad de expresión.

R. Se puede convertir en un sofisma utilizado por quienes agreden en función de la libertad de expresión. Creo en la libertad de diálogo, pero no en la libertad de insultar. La libertad de expresión ha de ir precedida de la libertad de pensar. El pensamiento está corrompido por la mentira; la libertad de expresión como manifestación de berridos viscerales no es ni libertad de expresión ni nada. Son berridos.

Emilio Lledó.
Emilio Lledó.BERNARDO PÉREZ

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