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Columna
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Valencia

Manuel Rivas

La propiedad era lo sagrado. Y viceversa. A la derecha española nunca le conmovió la causa de la libertad. La de la propiedad, sí. No lo digo por molestar. Creo que es una verdad histórica. Si la derecha no está de acuerdo con esta conclusión, le ruego que se ponga en contacto conmigo lo antes posible o llame urgentemente a la Generalitat valenciana. Porque en el Levante español está ocurriendo algo muy extraño, paradójico y previsible, fantasmagórico pero encarnizadamente real. Se ha desarrollado un capitalismo caníbal que está comiéndose la propiedad privada.

El acento, un acento enorme, estilo circunflejo como un tejado de dos aguas, se ponía en la propiedad. Ni tocarla. La redención de los foros, el urbanismo ilustrado, la reforma agraria, la utopía de las ciudades jardín, todos esos intentos democráticos de compartir y racionalizar el uso del suelo fueron siempre recibidos con desconfianza y hostilidad. La libertad era enemiga de la propiedad. Podrían haberse casado, como en otras partes, en matrimonio civil. Se intentó en 1812, con la querida Pepa. Pero ya entonces los propietarios vitalicios de España decidieron que aquella pareja, libertad retozando con propiedad, iba contra natura. Había que joder a libertad, que era la viciosa. La patria era una posesión. Una emanación espiritual del catastro. Una metrópoli tratada como colonia por sus dueños.

Ahora, el urbanismo bestial que asola la Comunidad Valenciana, y que amenaza gran parte de la costa española, consentido también por municipios de presunta izquierda, es un ultraje a la libertad y a la propiedad. No se trata de un conflicto entre lo público y lo privado. Ni es un problema de pequeños propietarios. ¿Quién decide aquí lo que es pequeño y grande? ¿Quién tiene las varas de medir el valor de un paisaje? Se trata de puro decisionismo: urbanizaciones impuestas a golpe de maquinaria pesada, valiéndose de una especie de leyes de excepción. Sólo los ecologistas están actuando como patriotas. ¿Dónde están los valedores de la soberanía y la propiedad frente a esta violencia catastral? Espero que el próximo gran discurso en defensa de la integridad territorial se pronuncie en Terra Mítica, ante una magna concentración de excavadoras con estandartes inmobiliarios.

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