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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El enigma Mozart

Mozart, estudiado hasta la saciedad, tratado desde todos los puntos de vista posibles, sigue siendo en buena medida un enigma. Su correspondencia y determinados testimonios de quienes lo conocieron han aportado datos de sobra para certificar su actividad casi día por día. Sin embargo, el fondo de su actitud vital, la relación profunda entre existencia y creación, el porqué de algunas de sus obras mayores, pertenecen a las sombras. Quizá porque todo ello forma parte de lo más insondable de un carácter que a veces se contradice con sus resultados artísticos. Y frente a la dificultad de la interpretación la conclusión ha sido a menudo la apelación a lo inefable, al origen cuasi divino de su inspiración, a todo eso que el buen investigador rechaza en nombre de la razón que alimenta su trabajo. Y de ese rechazo parte Wolfgang Hildesheimer (1916-1991) para poner en pie la que es la más audaz, libre y estimulante biografía jamás escrita sobre Mozart. Por cierto, en estos días aparece también, reeditado por Siruela, el excelente 1791. El último año de Mozart, de H. C. Robbins Landon. Otro estilo y otra mirada.

MOZART

Wolfgang Hildesheimer

Traducción de Ariel Bignami

Destino. Barcelona, 2005

446 páginas. 24 euros

Más información
El biógrafo perfecto

Wolfgang Hildesheimer fue, en-

tre otras cosas, un magnífico escritor. Y eso se observa en su libro desde el primer momento, a pesar de una traducción que, aun revisada respecto a su primera aparición en la editorial Javier Vergara en 1982 -la edición original alemana es de 1977-, sigue llamando corno a la trompa o Flor de Lis a Fiordiligi. Esa misma traducción oscurece a veces un discurso que, venciéndola al fin, se va construyendo a sí mismo de forma apasionante, alzando el vuelo progresivamente desde lo algo farragoso de su explicación inicial hasta unas páginas finales verdaderamente memorables en las que luce la doble condición de investigador escrupuloso y narrador de gran aliento. Su propia metodología parte de esa dualidad: no hay capítulos, sino puntos de partida para análisis parciales que, en conjunto, acaban por funcionar como una biografía abierta a la interpretación. Tampoco el esquema corresponde a lo novelesco, no usa los recursos de la ficción como construcción de una trayectoria sino que se sirve de lo que llamaríamos el oficio del narrador para destacar adecuadamente aquello que contribuye a resaltar los aspectos que le interesan más de su inabarcable sujeto.

El libro de Hildesheimer rompe definitivamente con muchas de las visiones que hacen de Mozart una suerte de manifestación de lo inefable. Lo dice muy claramente refiriéndose al músico: "El distanciamiento objetivo siempre le convino". De ahí que prefiera exponer lo que hay de averiguable tras las obras mucho más que tomar como eje de la interpretación lo que el propio Mozart dejó como señales a seguir en una correspondencia que se apega más a la circunstancia. Vista, pues, la carencia de testimonios propios del autor que puedan justificar la esencia de la obra, parte de ésta para explicar a aquél. Y el sistema produce logros tan brillantes como los análisis de Idomeneo, Così fan tutte o Don Giovanni -deslumbrante de veras-, tan lúcidos en su rechazo de cualquier interpretación tópica como el de La flauta mágica -en el que el único títere que queda con la cabeza en su sitio es el propio Mozart- o tan sabiamente expuestos como la significación del modo menor.

Junto a la obra aparece el marco

a través de unos testigos que han ido forjando y puntuando a la vez el carácter de Mozart. Naturalmente, y en primer lugar, Leopold, su padre, que es tratado muchas veces desde el propio hijo y que deja al descubierto las contradicciones de su pequeño mundo. O la relación con las mujeres, un asunto en el que Hildesheimer vuelve a triunfar a la hora de seguir el rastro de Aloisia Weber. O la descripción del camino implacable hacia el vacío social. Hay también sugerencias audaces, que hacen temblar un poco pero que dan al libro todo su carácter de propuesta en gran medida insólita, como que en el fondo Mozart nunca salió de la pubertad, y hasta alguna manía personal que le otorga el punto de riesgo que se le pide a todo intelectual que se precie, por ejemplo, en la consideración del genio mozartiano frente a lo que él llama seudogenio y que ejemplifica en... Rilke. Un retrato, en fin, tan cabal como provocador.

Mozart visto por Tullio Pericoli.
Mozart visto por Tullio Pericoli.

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