Los iraquíes votan en masa y sin violencia
El dedo índice entintado y la sonrisa de Fuad lo decían todo. Faltaban pocos minutos para que cerraran ayer los colegios electorales en todo Irak y este policía mostraba ufano la prueba de su participación en una jornada que sus líderes políticos calificaron de "histórica". Ni las amenazas ni el puñado de ataques de Al Qaeda lograron descarrilar las elecciones para el primer Parlamento con plenos poderes que eligen los iraquíes tras el derribo de Sadam Husein. Junto a la tranquilidad, destacó la elevada participación de todas las comunidades, incluida la árabe suní. Datos preliminares de la comisión electoral hablaban de un 67%.
"La votación se ha ampliado una hora en todo Irak debido a la numerosa afluencia de electores", explicó el director ejecutivo de la comisión, Adil al Lami, pasadas las cinco de la tarde, hora inicialmente prevista para que cerraran los colegios electorales. Poco después, el vicepresidente de ese organismo, Farid Ayar, declaraba que según sus estimaciones se habían emitido entre 10 y 11 millones de votos. Con un censo próximo a los 15,5 millones, la menor de esas cifras representaría el 67% del total, por encima del 58% que se alcanzó en las elecciones de enero. Ayar subrayó que los resultados definitivos no se conocerán hasta dentro de tres semanas. "Es nuestro derecho y nuestro deber", manifestó a este diario el agente Fuad a la salida del colegio electoral instalado en el Centro de Convenciones, donde unas horas antes habían votado la mayoría de los miembros del Gobierno. "He elegido a la lista que me da más confianza, pero lo importante es que cada uno podamos expresar nuestra opinión", añadía sin revelar su favorito.
Los suníes, que habían boicoteado los anteriores procesos electorales, acudieron mayoritariamente a las urnas
Fuentes de seguridad calificaron la jornada de "balsa de aceite". En los comicios de enero hubo 37 muertos
Los primeros datos de la Comisión Electoral apuntan a una elevada participación, superior al 67%
Cuarenta años de abandono
Salima Abbás, una chií casada y con cuatro hijos, no tuvo reparo en declarar que había dado su voto a la lista 555, la alianza de formaciones islamistas chiíes que partía como favorita. "Necesitamos un Gobierno justo, que se preocupe por el pueblo después de 40 años de abandono", justificaba desde debajo de su abaya negra al abandonar la escuela primaria de Qadisiya, también en Bagdad.
"Voy a votar por el Frente del Acuerdo Iraquí", señalaba por su parte el jeque Ahmed al Fahdawi en Ramadi. Este clérigo suní, contactado por teléfono, veía las elecciones como "una oportunidad de hacer frente al proyecto sectario del Gobierno apoyado por las fuerzas de ocupación estadounidenses que han destruido Al Anbar y detenido a miles de personas".
Esa provincia eminentemente suní, que ocupa casi un tercio del país, es uno de los feudos de la insurgencia. Sin embargo, a pesar del retraso en la apertura de algunos colegios, sólo 8 de los 207 previstos permanecieron cerrados. La asistencia a las urnas fue tan elevada que en Faluya, la segunda ciudad después de Ramadi, se acabaron las papeletas y hubo que enviar más. En Tikrit, la capital de Saladino, la provincia natal de Sadam, la participación se acercó al 83%, y eso que un proyectil de mortero causó el pánico en un centro de voto. Pero ni ese incidente ni la media docena de explosiones que se produjeron en Bagdad tuvieron consecuencias fatales. Al cierre de los colegios, a las seis de la tarde (dos horas menos en la España peninsular), sólo se había informado de la muerte de dos personas en sendos incidentes en la provincia de Nínive. Otros seis iraquíes murieron en incidentes no relacionados con los comicios. Fuentes de seguridad internacionales calificaron la jornada de "balsa de aceite, más tranquila aún que la del referéndum, en octubre". Las elecciones de enero dejaron 36 muertos.
El éxito es fruto de las estrictas medidas de seguridad adoptadas. Los iraquíes tuvieron que caminar hasta las urnas porque desde el miércoles y hasta la medianoche de hoy está prohibido el tráfico rodado, excepto para las fuerzas de seguridad y las ambulancias. Tres anillos de seguridad formados por tropas estadounidenses, soldados iraquíes y policías protegían el acceso a los colegios, y los votantes tenían que dejar fuera bolsos, móviles y hasta bolígrafos, según la prolijidad del agente de turno. Todos, hombres y mujeres, eran cacheados antes de entrar.
Una vez dentro, el respeto a los procedimientos variaba. En algunos centros no había listas y los electores votaban con sólo presentar su carné. Una joven entrevistada por este diario votó en Diwaniya, donde se encontraba por razones personales, sin que sea su lugar de residencia. "Tengo familia en todas partes, así que no importa", declaró tras votar a Ayad Alaui.
No obstante, expertos electorales europeos estimaron que las quejas recibidas ayer por la Comisión no eran "nada del otro mundo". Faltaba aún el informe elaborado por un equipo despachado de urgencia a Kirkuk, de donde llegaron denuncias de que los kurdos habían borrado del censo nombres de árabes cristianos y suníes. El incidente recordaba las tensiones sectarias que amenazan Irak.
La mayoría de los entrevistados coincidieron en la necesidad de que de estas elecciones salga un líder fuerte para acabar con la inseguridad y la parálisis económica. Sin embargo, las preferencias de cada comunidad revelan las profundas divisiones que han salido a la superficie desde la expulsión de Sadam. Mientras que la mayoría árabe chií (60% de la población) busca frenar a los árabes suníes (20%) que durante años controlaron el poder, esta comunidad aspira a un líder que ponga a aquellos en su sitio, después de que sus dirigentes se hayan comportado como una apisonadora. La tercera gran comunidad en número, la kurda (mayoritariamente suní), disfruta entretanto de su posición de bisagra que le permite afianzar la virtual independencia en el norte del país.
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