¿Quién paga la Ronda?
Dos años después del sonoro fracaso de Cancún, el mundo está otra vez pendiente de la reunión que la Organización Mundial del Comercio celebra estos días en Hong Kong. Los organizadores del evento han elegido para la ocasión una estrategia de marketing que llama la atención sobre el desarrollo de los países más pobres como objetivo de la cumbre. Se trata de una estrategia puesta en marcha en 2001, durante la Conferencia de la OMC en Doha, en la que se lanzó la idea de una Ronda del Desarrollo para contrarrestar la deteriorada imagen de la organización tras los fortísimos movimientos de protesta que arruinaron la reunión de Seattle en 1999.
Tras los eslóganes propagandísticos de la reunión de Hong Kong se desliza la atractiva idea de una liberalización del comercio que incrementaría notablemente los intercambios entre unos y otros países, provocando con ello una lluvia de millones que beneficiaría especialmente a los países más pobres. La idea es tan vieja que ya fue formulada por Adam Smith cuando, hace más de dos siglos, escribió La Riqueza de las Naciones y sentó las bases sobre las que Ricardo fundamentaría su teoría del comercio internacional: todos los países saldrían ganando si, en lugar de proteger artificialmente sus propios mercados, abrieran los mismos a la competencia externa. Resulta cuanto menos curioso que algo tantas veces repetido, y aparentemente tan en sintonía con las doctrinas liberales imperantes, sea tan difícil de llevar a la práctica. Pero lo cierto es que, cuando llega el momento en que la retórica debe dar paso a medidas prácticas, siempre aparecen intereses y dificultades insalvables que arruinan la negociación.
El episodio que ahora nos ocupa no es sino uno más de una larga historia que se repite, con ligeras variantes, desde hace ya más de 200 años: Los gobiernos de los países con mayor potencial económico, y más posibilidades de vender sus productos en el exterior, reclaman al resto que abran sus fronteras y liberalicen sus economías, mientras ellos mantienen casi intactas las barreras que impiden la entrada a la producción que consideran "sensible" para sus "intereses nacionales". Los gobiernos europeos, por ejemplo, se aprestan a discutir un presupuesto para los próximos años que, unido a las barreras proteccionistas existentes, hace casi imposible que gran parte de la producción agrícola de países pobres pueda llegar a nosotros. La resultante es que nos vemos obligados a pagar por la leche, los tomates, o las naranjas, dos, tres, o cuatro veces más de lo que nos costarían esos productos si tuviéramos libertad de mercado -sí, esa misma que algunos proclaman sin cesar a los cuatro vientos-, y lo gordo es que nos vemos obligados a hacerlo "para salvaguardar nuestros intereses nacionales".
Durante décadas, los gobiernos de los países más pobres desconfiaron de los cantos de sirena que les conminaban a abrir sus fronteras a cambio de nada y exigieron en Naciones Unidas vincular las discusiones sobre el comercio y el desarrollo. Fruto de esa presión nació la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo), organización que languidece entre el desinterés y la hostilidad de los países ricos. Ahora vuelve a hablarse de la cuestión del desarrollo en una cumbre dedicada al comercio, pero nadie aporta algo que vaya más allá de la retórica. Cuando los países pobres establecen aranceles para proteger y tratar de desarrollar sus economías, se les demoniza, catecismo neoliberal en mano. Pero cuando aceptan el reto del libre mercado y exigen poder vender aquí sus productos, se les da con la puerta en las narices.
Se habla de la Ronda del Desarrollo, pero nadie quiere pagar la Ronda. Nadie parece asumir que en esta negociación, en la que participan 148 países, no todos pueden ganar. Para que la suerte de algunos mejore, la de otros debe verse afectada, aunque sea de manera gradual. En estas circunstancias, no sería de extrañar que, tras Seattle, Doha y Cancún, Hong Kong representara un nuevo fracaso, más allá del maquillaje finalmente se aplique a las conclusiones de la reunión de la OMC.
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