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Columna
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Rumanía

No disfrutan en las llanuras de Moldavia y Valaquia del suave clima que da tres cosechas en los llanos litorales valencianos. Pero el suelo de allá es también fértil y la agricultura desempeñó siempre un papel nada desdeñable. También tienen petróleo y gas natural y Cárpatos de singulares paisajes y el delta del gran Danubio y mucha historia y muchos pueblos y naciones. Muy entrada ya la Edad Media se empezaron a denominar rumanos a una serie de pueblos que habitaban aquellos parajes, cuya religión era ortodoxa de rito búlgaro, y cuya lengua procedía del latín como el francés, el italiano, el castellano, el catalano-valenciano-balear, gallego-brasileño-portugués o el corso. Los rumanos le dieron nombre al territorio, y desde hace unos pocos siglos acentúan la latinidad del mismo cambiando, por ejemplo, las letras eslavas de su escritura por unas grafías semejantes a las nuestras. En los alrededores de Brasov pueden todavía visitar los interesados la imprenta decimonónica de donde salieron los primeros documentos editados con tipografía latina. No lejos de la citada ciudad puede tropezar también el visitante con alguna aldea fortificada y abandonada, o forzados a abandonarla, por rumanos de origen alemán, que la habitaron desde tiempo inmemorial. Monarquías modernas, disputas territoriales, dictaduras fascistas como la de Antonescu o comunistas como la de Ceaucescu, desorganización administrativa, crisis económicas y malos tiempos para la lírica de la convivencia, para una sociedad multicultural y para las minorías nacionales como los húngaros, búlgaros, turcos, gitanos, judíos, eslavos o alemanes que, junto a los mayoritarios rumanos, poblaban o pueblan aquellas tierras. Unas tierras hasta ayer lejanas y que cualquier día entrarán a formar parte de la Unión Europea.

De hecho, la realidad rumana no ha de entrar sino forma parte ya de la vida cotidiana de alguno de nuestros pueblos o ciudades. En Castellón el número de rumanos empadronados con derecho a voto se acerca a los veinte mil, y sigue en aumento. Acaban de celebrar su día nacional en la capital de La Plana con actos festivos, culturales y gastronómicos, que concluirán con una liturgia ecuménica en la que participarán rumanos ortodoxos, pentecostales y adventistas. Que las confesiones religiosas, como las nacionales, también son muchas en las tierras que baña el Danubio y entre los nuevos ciudadanos de Castellón. Unos ciudadanos, cuyos representantes temen el desarraigo y la pérdida de identidad cultural de sus hijos que crecen lejos de Rumania y no saben hablar rumano, y piden fondos para una escuela de rumano. En Rumania, el rumano es hablado por toda la población, pero las minorías nacionales utilizaban en las escuelas primarias su lengua propia. Cuestiones y problemas, y no sólo lingüísticos, de nuestros nuevos ciudadanos y de nosotros mismos, puesto que llegaron al País Valenciano que es un territorio hispano con dos lenguas oficiales, y una escuela que tiene como objetivo la integración de cuantos llegan. El mismísimo alcalde de Castellón indicaba hace unos días, no sin un cierto y legítimo orgullo, que el ganador de un certamen literario infantil en valenciano en el Grau había sido un niño de origen rumano.

Desarraigo e integración, diversidad de pueblos y naciones entre nosotros y diversidad, como es el caso rumano, en el seno de un colectivo con la misma procedencia. Reflexión y márgenes amplios de tolerancia en las soluciones: ése debería ser el camino y no la preocupación por el voto rumano cuando el rumano entre en la UE.

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