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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la mar a la zanja

Invitada al ciclo de la Orquesta Sinfónica de RTVE, la Sinfónica de Euskadi ha cambiado por un par de días el Kursaal donostiarra por el Monumental madrileño, la orilla del Cantábrico por Antón Martín y sus zanjas. A cualquiera que conozca ambos paisajes el tránsito le parecerá digno de Virgilio y Dante y hasta natural si los músicos se hubieran parapetado en la habitación de su hotel ante la apariencia de un entorno que se dijera frente de batalla. No fue así, por suerte, y, superada la impresión, los euskaldunes han mostrado unas credenciales interesantes. La orquesta posee un sonido redondo y poderoso y algunos solistas de fuste que destacaron, sobre todo en la Scheherezade de Rimski, así concertino -a la sazón, Lorenz Nasturica-, flauta, fagot, clarinete y oboe. Bien empastados los metales, con las trompas menos afortunadas que el resto, una cuerda y una percusión notables y una muy buena arpista.

Orquesta Sinfónica de Euskadi

Gilbert Varga, director. Nikolai Luganski, piano. Obras de Arriaga, Chaikovski y Rimski-Korsakov. Teatro Monumental. Madrid, 1 de diciembre.

El programa planteado por Gilbert Varga comenzó con la orquestación de Cleto Zavala de la Pastorale del Cuarteto número 3 de Arriaga, muestra palpable -del original no queda en tal arreglo ni la raspa- de cómo vale más un buen pasodoble en mano que cien buenas intenciones volando. Siguió el Concierto número 1 de Chaikovski con ese extraordinario pianista que es Nikolai Luganski, un músico que ha hecho bandera de la huida de cualquier efectismo y que es capaz de sacar la entraña verdadera de la música más trillada del mundo. Y, para cerrar, la dicha Scheherezade, una pieza que el imaginario madrileño relaciona con una histórica versión de Celibidache -maestro de Varga- que sigue ahí, en el aire, para los restos. El londinense de origen húngaro planteó una lectura muy viva, muy directa, más dirigida al relato evidente que a la voluptuosidad que sugiere, más narrativa que plástica, más descriptiva que sensual. Es una opción prudente que garantiza la llegada a buen puerto, reduce el riesgo y muestra las calidades de la orquesta. Gustó mucho al público que abarrotaba el Monumental.

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