Surrealismos y sueños
Como el siempre oscuro, enigmático y brillante Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) trazó una línea divisoria voluntaria entre su obra poética anterior y posterior a 1959, casi toda esa espléndida producción -lejana y no tanto a los movimientos creadores de una España sometida- y editada, como tantos de sus libros no ensayísticos, en cortas ediciones o en revistas especializadas y no menos minoritarias, el primer acierto de Enrique Granell es ofrecernos todo este rico y fragmentado "corpus" en un tomo. Otro (en su acertado prólogo) es mostrarnos los caminos y claves de un Cirlot siempre inquieto, siempre buscador, siempre cultista y casi siempre onírico. Y dentro de este último acierto, señalarnos una clave muy nítida para quien conozca la importante obra del Cirlot ensayista, con libros sobre música (también fue compositor), pintura, artes plásticas y simbología: "Si el Diccionario de símbolos podemos decir que es una buena guía para leer el ciclo Bronwyn, el Diccionario de los ismos es la mejor guía para seguir la obra poética aquí reunida".
EN LA LLAMA (POESÍA 1943-1959)
Juan Eduardo Cirlot
Edición de Enrique Granell
Siruela. Madrid, 2005
698 páginas. 30 euros
¿Se nos quiere decir que el ancho primer Cirlot fue esencialmente un vanguardista, en un país donde casi toda movilidad conllevaba sospechas políticas, aunque Juan Eduardo no anduviera muy ortodoxamente ese camino? Quizá. Cirlot se interesó en la música atonal y dodecafónica, escribió sobre Stravinski y le fascinó Scriabin. Fue amigo de Tàpies y de Cuixart y participó en Dau al Set. Pero también se interesó en Dalí, al que dedicó explícitos poemas. Fue amigo de Brossa y también de Carlos Edmundo de Ory y de la aventura postista. Se escribió y conoció a André Breton, y en algún momento se creyó un surrealista puro. Pero escribió muchos sonetos (lejanos, eso sí, al garcilasismo) y buscó en las culturas antiguas y en las religiones. Creyó, por tanto, que toda novedad tenía raíces y que se podía y debía ser nuevo escribiendo Elegía sumeria (1949), Lilith -del mismo año- o un Libro de oraciones (1952) donde los santos invocados encarnan en una palabra de otra sacralidad distinta: "Vid de los excrementos, maldición / para el alma que muge entre legumbres..." (A San Bartolomé).
¿Surrealismo? Por supuesto,
pero también sueños con aspiración lógica, culturas inquiridas, cine, amor, melancolía (siempre la melancolía del idealista) y los distintos Cantos de la vida muerta -el último de 1956- que responden al aforismo que retrata un desesperado vitalismo: "Si algo viviese absolutamente no podría morir". O sea, surrealismo -como base- pero bastante más que surrealismo, en un poeta que creía en la vanguardia no como rompimiento, sino como tradición. La prueba más aparente estaría en la mezcla de lirismo y reflexión, pero también entre la mezcla del poema en prosa (alabado ya por Díaz-Plaja) y la aludida proliferación de sonetos -muy a menudo clásicos- que nos lleva a considerar a Juan Eduardo Cirlot como a uno de los mejores (y más singulares) sonetistas en una edad nada horra de ellos: "Hay un país lejano, una dulzura, / un eterno retorno a lo perdido. / De lo que sobrevive en el olvido / hay una soledad, un agua obscura. (...)". Oscuro en vida (salvo en su ensayismo y crítica), Cirlot es hoy, con Cántico y el Postismo, el referente fundamental de los "novísimos" -que lo descubrimos muy al final- y uno de los valores más sólidos y perturbadores de nuestra poesía de posguerra, menos oficialista de lo que aún parece. Un alto poeta de sueños y símbolos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.