Por fin
A Marbella le han faltado partidos políticos, y a falta de algo tan esencial en democracia, se ha visto asaltada por organizaciones inquietantes de independencia dependiente y personajes estrafalarios, dispuestos a cualquier cosa con tal de demostrar las mil posibilidades que puede ofrecer la democracia, a los que ni creen en ella ni falta que les hace, porque con valerse del sistema les sobra. El gilismo no fue por casualidad, sino, entre otras cosas, porque el populismo hace su agosto allí donde faltan partidos políticos cohesionados, fuertes, unidos y en disposición de convencer a los ciudadanos de que ni las peleas internas, ni las debilidades personales, ni los personalismos débiles van a hacer peligrar el buen gobierno. Llegó Gil porque las circunstancias beneficiaban su opción y de entonces a acá Marbella ha ido a peor, acumulando despropósitos y desastres. La nueva Ley del Suelo ha permitido que, por fin, la Junta de Andalucía haya decidido retirar las competencias urbanísticas a aquel Ayuntamiento, un paso, sin duda, arriesgado, pero necesario a todas luces, en vista de que no contento con no enmendar errores, el actual y exótico Ayuntamiento marbellí, los ha seguido acumulando. El Gobierno andaluz ha impugnado nada menos que 209 licencias municipales de obras, casi las mismas que las que acumularon Jesús Gil y Julián Muñoz en 12 años. Marbella sigue siendo una referencia necesaria cada vez que se habla de excesos urbanísticos, destrucciones del territorio y corrupciones varias, y ahora la Junta de Andalucía ha decidido cortar por lo sano. Es de celebrar, aunque algunos, atacados de melancolía, prefieran denunciar que se ha hecho tarde y que lo que hay que hacer, dice el PP, es disolver el Ayuntamiento. Es ahora, y no antes, cuando hay un instrumento legal para poder actuar, y sobre la disolución del Ayuntamiento, fue el propio PP quien se opuso hasta ahora a esa posibilidad. Los partidos no saben reconocer cualquier acierto que no sea suyo. Es un estilo que harta y decepciona, más si, como en el caso de Marbella, lo verdaderamente importante es que los partidos políticos democráticos, todos, han estado demasiado ocupados en sus debilidades, incapaces e impotentes, mientras crecía un populismo cutre y ambicioso que no ha traído más que males.
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