Vínculos africanos
Llegaron con la fuerza de un huracán. El proyecto creól de David Murray, que toma cuerpo en los tambores de las Indias Occidentales, busca los vínculos del jazz con el Caribe y, por extensión natural, con África. Ahonda en las propias raíces afroamericanas: las de una identidad fragmentada tras la deportación, la esclavitud y la asimilación o la aculturación.
El saxofonista californiano, que maneja la herencia del free y la del jazz de Nueva Orleans, camina hacia una nueva identidad panafricana. Y lo hace con ayuda de dos músicos de Guadalupe que tocan un tambor llamado gwo-ka. El gwo-ka es el nombre también de unos cantos y bailes de la isla antillana, ligados al sistema de vida en las plantaciones.
David Murray & The Gwo-Ka Masters
David Murray (saxo tenor), Jaribu Shahid (bajo), J. T. Lewis (batería), Hervé Samb (guitarra), Rasul Siddik (trompeta), Klod Kiavue y François Ladrezeau (tambor y voz). Invitados: Moisés Márquez (saxo) y Carlos Sonduy (trompeta). Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 26 de noviembre.
Hay un guitarrista senegalés, de gustos rockeros, que mostró muy buenas maneras en sus solos; de la ciudad de Saint Louis proviene Rasul Siddik, con trompeta hambrienta de blues; de la Gran Manzana es el batería, que ha tocado con Lou Reed o Sting, y el elástico bajista estuvo en el Art Ensemble de Chicago.
A sus 50 años, David Murray, capaz de agudos estridentes, es dueño de un vibrato intenso y un sonido explosivo. Los dinámicos fraseos de saxo y trompeta se enhebran a la primera en los ritmos del tambor antillano: una música musculosa, trufada de solos explosivos, aunque mucho más melódica y armónica de lo que cabría esperar a priori.
Tanto Murray como Siddik acogieron con generosidad a dos de los jóvenes cubanos que participaron con ellos en la grabación del disco Gwotet. La escritura muy bien estructurada y unos arreglos espaciosos permiten explayarse a quien lo desee. Los de Guadalupe, por su parte, recordaron las mañas del tambor vocal -en algunas plantaciones, los tambores estaban prohibidos y los esclavos los sustituían con sus voces-. David Murray pregonó sus últimas voluntades: "Cuando muera no quiero ir al cielo, quiero ir al jazz". Y todos juntos se fueron al encuentro de Fela Kuti con una pieza incendiaria.
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