Villa enciende al Valencia
Quique Flores reacciona con los cambios tras el descanso y su equipo vence en Mestalla a un Celta decepcionante
Con la entrada en el segundo tiempo de Aimar y Angulo, el Valencia encontró la conexión con Villa y borró una primera parte lamentable. Además de llevarse por delante a un decepcionante Celta, que especuló en el segundo tiempo, acumuló tanta gente atrás confiando en el oscurantismo local, que acabó pagándolo, desmintiendo su buen fútbol hasta la fecha.
Se encendió Villa y apuntilló Fabio Aurelio en un cabezazo en plancha digno de Santillana. Acabó así, con dos victorias consecutivas, un mes en el que el Valencia anduvo muy desorientado. También su entrenador, que rectificó, eso sí, tras el descanso. Ver a Aimar en el banquillo en el primer tiempo fue tan incomprensible como natural resultó la mejora de su equipo cuando el media punta argentino entró tras el descanso. El cuadro de Quique cerró su portería a cero en Mestalla y eso tranquilizó mucho a Quique, obsesionado como estaba con la debilidad defensiva de sus hombres desde que empezara el curso.
Más que cualquier otra cosa, a los técnicos los delata la elección de sus futbolistas. Y Fernando Vázquez, por ejemplo, puede presumir de haber apostado fuertemente por Silva, zurdo liviano, imaginativo, diferente, que ha dejado ya un tanto y cuatro pases de gol en su debú en Primera. Y con un cierto parecido a Messi. Pero ausente anoche en Mestalla porque se lo impidió su club nodriza, el Valencia, que, sin embargo, lo consideró demasiado joven para quedarse en su plantilla.
Pero, claro, mientras Reijkaard y Vázquez optan por chicos de este perfil, los que llenan los estadios, el Valencia no. A pesar de que su creatividad esté, como en la primera parte de ayer, bajo cero, siendo un equipo tremendamente aburrido que aleja al público de Mestalla. Y tampoco es inocente la elección de jugadores por parte del entrenador.
Moretti, por ejemplo, tiene preferencia en la banda izquierda antes que Fabio Aurelio, que ayer actuó de interior ante el desplazamiento de Vicente a la derecha. Y que después resultó decisivo.
Claro que tampoco el Celta tuvo ninguna fluidez. Mestalla despidió en el descanso a sus jugadores con silbidos y Quique dio paso en la reanudación a Aimar en lugar de Mista, ante los aplausos de la grada. El Valencia embotelló a su rival en el segundo periodo. Aunque fuera a fuerza de sumar un córner tras otro. Y también porque el Celta se abrigó mucho más tras el descanso. Durante un rato, el mejor remate local fue el cabezazo hacia su propia portería de Sergio, que llevaba mucha intención.
La entrada de Angulo le dio cierto aire a su equipo mientras el Celta parecía haber dimitido del encuentro, o al menos de todo lo que tuviera que ver con querer ganar el partido.
En realidad, el balón se convirtió en un cuerpo extraño para unos y otros. Un enemigo. Hasta que, de repente, Aimar presionó a Iriney y le robó el balón. Se lo cedió a Angulo y el pase interior de éste fue una invitación que Villa no podía rechazar. El delantero, que llevaba cuatro partidos sin marcar, recibió en la frontal del área un buen pase. Y lo que era más importante: su marcador era Sergio, cuyo largo esqueleto poco podía hacer ante los veloces y explosivos movimientos del pequeño delantero. Su tiro raso y fuerte entró por el centro, puesto que Pinto reaccionó demasiado tarde y la pelota le pasó por el medio del cuerpo. Desde la banda, Vázquez, desesperado, le echó una gran bronca a Iriney, por perder la pelota.
Por fin se vio algo de fútbol en Mestalla cuando Aimar, crecido por participar en el gol, entró en acción, con los beneficios estéticos que eso supone. Se puso a jugar por la izquierda y ahí se fraguó una falta que iba a cerrar la cita. El centro enroscado de Vicente lo cabeceó Fabio Aurelio, que se lanzó en plancha como un antiguo ariete. El Valencia aprovechó la ola en la que le había montado el gol de Villa y se relajó. Incluso a Quique, tan tenso en las últimas semanas, se le distendieron los músculos de la cara. Disfrutó, como su hinchada, por primera vez en un mes muy duro. Y Aimar abandonó el campo con una sonrisa que delataba su estado de ánimo y el de su equipo.
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