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Hacer impensable la violencia

De nuevo, 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta conmemoración nos lleva a la necesidad de recordar y renovar nuestro compromiso frente la violencia machista, y con la urgencia de resolver, todavía, la vulnerabilidad de las mujeres delante de este fenómeno.

Es cierto que ha habido un descenso del número de mujeres muertas en Cataluña por efecto de esta violencia, producida mayoritariamente en el ámbito familiar. Es cierto también que se han incrementado las denuncias presentadas por las mujeres en los nuevos juzgados especiales y que eso ha hecho más visibles unas violencias ocultas que difícilmente eran reconocidas como tales. Es cierto que la mayor sensibilización social e institucional, favorecida por la existencia de nuevos y mejores recursos, se ha traducido en actuaciones mucho más rápidas ante las manifestaciones incipientes de esta violencia.

Hoy se celebra el día contra la violencia hacia las mujeres, una lacra que demanda medidas en diversos ámbitos

Se ha avanzado en coordinación y atención, los proyectos de los nuevos centros de intervención especializada y otros compromisos del Gobierno se están convirtiendo en realidad. Éste es el caso, también, del borrador del anteproyecto de ley de los derechos de las mujeres para la erradicación de la violencia machista, que fue presentado recientemente y se encuentra en fase de participación social. Es uno de los nuevos instrumentos que harán que Cataluña pueda avanzar en la regulación de muchos aspectos del derecho civil que repercutirán en beneficio del respeto de los derechos de las mujeres. La ley parte de las demandas y experiencias de las propias mujeres que han vivido este tipo de violencia, así como de los grupos de mujeres que desde siempre les dan apoyo, y recoge el bagaje del trabajo realizado por los ayuntamientos y las entidades de nuestro país, que con este nuevo marco legislativo verán garantizada la existencia de recursos y podrán contar con formación específica para gestionarlos. Según el borrador de esta ley, se pondrán en marcha recursos y mecanismos para garantizar una mayor seguridad, eficacia y satisfacción a las mujeres partiendo de la actuación coordinada de las instituciones responsables, los agentes sociales y las personas profesionales de los ámbitos correspondientes. El borrador parte también del reconocimiento y la diversidad de experiencias de las mujeres con relación a este tipo de violencia, experiencias que, desgraciadamente, van más allá de la violencia doméstica o familiar, y aplica los criterios de integralidad y multidisciplinariedad, tanto en la atención inicial como en los procesos de recuperación y reparación, como reconocimiento de las actuaciones que exigen el conjunto de consecuencias de orden psicológico, físico, laboral, sociocomunitario, familiar y económico que suponen para las mujeres los efectos de la violencia machista.

Aun así, esta propuesta no sería honesta ni valiente si no incorporara en su estrategia la exigencia de asumir compromisos de carácter transformador.

¿Cómo tiene que producirse esta transformación y cómo se tienen que concretar los esfuerzos de las instituciones públicas en este compromiso? Está ampliamente asumido que es imprescindible pensar críticamente el modelo imperante, insistentemente alimentado aún por muchos sectores de la comunicación social y mediática en lo que se refiere a los modelos de relación socioafectivos entre las mujeres y los hombres. Pensar críticamente significa tener capacidad de hacer distinciones frente a las realidades complejas. Reconocer quelo son y trabajar en ellas, desde ellas, con ellas. No dejarnos embaucar por la costumbre, ni conformarnos con pensar que estamos interviniendo en ellas por el solo hecho de denunciarlas o in-

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tentar desembrollarlas reiteradamente. Insistir en la necesidad de la prevención no significa prevenir, ni nos ayudará a superar la perplejidad ni el espanto de descubrir los múltiples indicios de manifestaciones incipientes de violencia que día tras día aparecen en todos los ámbitos comunitarios.

Tenemos que trabajar en los cambios culturales necesarios para que la violencia sea un día impensable y actuar, por tanto, con estrategias concretas que comprendan desde el ámbito educativo reglado a la esfera sociocomunitaria, y también aportar nuevas propuestas que sustituyan el siniestro espíritu de las violencias presente todavía en la gestión de muchos conflictos.

Y finalmente, se hace preciso nombrar, porque no en vano es el principio básico de toda prevención, una premisa de vital importancia en lo que se refiere al modelo de intervención respecto a las mujeres que se encuentran en situaciones de violencia machista y que ya está empezando a cambiar los parámetros de la atención que se proporciona a las mujeres y que impregna la filosofía del nuevo marco normativo: trabajar siempre desde la centralidad de las propias mujeres en su proceso de recuperación. Las mujeres deben tener y se les debe reconocer su capacidad de decidir cuándo y qué quieren hacer, acompañadas y asesoradas por profesionales que les ayuden en la superación de los abusos sufridos. Sólo de esta forma, y a partir de unos servicios suficientes y de unos recursos reparadores de los daños, podremos avanzar en el camino que nos ha de llevar a la erradicación de la violencia machista.

Marta Selva Masoliver es presidenta del Instituto Catalán de la Mujer.

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