Comentarios vejatorios
Samuel Chaves Díaz envió el viernes una queja por los contenidos de uno de los foros de ELPAÍS.es. "Navegando por su página", cuenta, "he llegado a los foros de participación, concretamente al de Multiculturalismo e inmigración. En él me he encontrado con algunos comentarios en los que se compara a personas con animales. Lo grave no es sólo que se muestre una opinión negativa, irreal, alarmante y racista sobre el fenómeno migratorio, sino que además se utilicen insultos tales como gilipollas, imbéciles y acojonados. En fin, el caso es que la libertad de expresión de cada uno debe terminar en el respeto a los demás. Debe existir un límite y es su periódico el responsable de aplicarlo".
El lector prosigue: "Con este tipo de opiniones se destruye más que se construye, se fomenta el miedo y la alarma, y se refuerza la imagen negativa de la inmigración. Hoy por hoy está suficientemente demostrado que la inmigración aporta más de lo que recibe. ¿Cómo podríamos ir muchos de nosotros a trabajar si no hubiera alguien que cuidara de nuestros ancianos e hijos? ¿Quién recoge los alimentos que nos comemos? En el aspecto cultural podrían aportarnos la diversidad, es decir, diferentes formas de ver el mundo, valores, costumbres, saberes, bailes, comidas, idiomas".
El escrito finaliza así: "Entiendo que es responsabilidad del periódico cualquier tipo de opinión que en él se exprese, lo cual no implica que cualquier opinión sea representativa del periódico. Estoy seguro de que nunca encontraremos una carta al director en la edición impresa con el lenguaje y tono empleado en estos foros. No creo que el problema sea de incapacidad para regularlos, pero si fuera así, el foro Multiculturalismo e inmigración debería eliminarse porque destruye más que construye".
Vanessa Jiménez, redactora jefe de ELPAÍS.es, recuerda que la edición en Internet de este diario "fue uno de los primeros periódicos digitales que implantó un sistema de moderación en los foros", lo que le costó abundantes críticas. Y precisa: "Desde hace casi cinco años, todas las opiniones que se publican en nuestra web están autorizadas por un redactor. Ello permite eliminar los mensajes que contengan insultos explícitos o implícitos o aquellos cuyo contenido se aleje del asunto a debate".
¿Qué ha pasado esta vez? Jiménez lo explica: "En esta ocasión, los filtros no han funcionado y asumo la responsabilidad por lo que en ELPAÍS.es consideramos un error grave. Los mensajes denunciados, que en su mayoría tenían el mismo autor, ya han sido borrados. Cada día entran en los foros más de 500 comentarios. La cantidad va en aumento, por lo que estamos obligados a seguir trabajando en los sistemas de filtrado".
La responsable de la edición digital cuenta que desde hace unos meses los lectores pueden alertar sobre los fallos que detecten haciendo clic en el icono corregir que figura a la derecha de todas las noticias. "Recibimos 20 correcciones de media al día, que nos ayudan a mejorar la calidad de los contenidos", precisa. "En vista del éxito hemos decidido trasladar esa utilidad a los foros y esperamos tenerla lista en pocas semanas".
La conclusión: "Cuando abrimos un foro sobre la inmigración, nuestra intención era que los internautas pudieran debatir sobre un asunto que, como muestra el último barómetro del CIS, es la segunda preocupación de los españoles. Sin embargo, y como bien denuncia el lector, con algunas opiniones 'se destruye más que se construye, se fomenta el miedo y la alarma, y se refuerza la imagen negativa de la inmigración'. Y ése no es nuestro objetivo".
No hay ninguna necesidad, por tanto, de cerrar el foro porque hay filtros suficientes para evitar que se pase del debate al insulto. Pero este fallo en el mecanismo de control pone de manifiesto la soltura con la que circulan por Internet personajes anónimos que practican la tarea de opinar sin complejos para envenenar foros y bitácoras (también conocidas como blogs). Muchos de ellos, auténticas máquinas de injuriar e insultar, se dedican de forma organizada a amedrentar a las webs que no comulgan con sus ideas, al tiempo que alardean de defender la libertad de expresión.
¿Quién es inmigrante?
Sobre el tema de la inmigración, pero desde una perspectiva muy distinta, Verena Levy envió una carta hace más de un mes. Proponía una reflexión sobre el lenguaje que utilizamos los medios de comunicación.
Levy comentó las noticias sobre los intentos de saltar las vallas de Ceuta y Melilla y agregó: "Sin duda, se trata de un fenómeno que tiene que ver con la inmigración pero, hasta donde yo entiendo, quienes están al otro lado y aún no han traspasado la frontera, no son inmigrantes, como insistentemente se les está llamando en todos los medios a falta, parece ser, de otra denominación mejor. Hasta que no hayan llegado a su destino propuesto (España) pienso que desde aquí no se les debería denominar de esa forma. En todo caso, son inmigrantes en Marruecos, pero aún no lo son en territorio español".
La lectora añadía: "Me preocupa el significado que pueda tomar la palabra inmigrante en España. ¿Hasta cuándo serán inmigrantes los hijos y nietos nacidos en España de padres extranjeros que han decidido realizar aquí el trabajo que no encuentran en su lugar de origen? ¿Por qué nunca son inmigrantes los pudientes escandinavos y centroeuropeos que abandonan para siempre sus países y se establecen en los pueblos y ciudades españolas?".
La primera de las preguntas no puede ser más oportuna. La revuelta en Francia ha puesto de manifiesto que a la característica de inmigrante se atribuye a veces un carácter hereditario. La fórmula "inmigrantes de segunda generación" -incluso "de segunda y tercera generación"- ha sido utilizada en este y otros medios para referirse a los jóvenes, en su inmensa mayoría franceses, que quemaban coches y se enfrentaban a la policía.
La segunda pregunta también es pertinente. A una persona nacida en Estados Unidos o en Alemania es común denominarla extranjera pero no inmigrante. Este término ha adquirido connotaciones que de momento no figuran en el diccionario y se aplica a aquellos que a su condición de extranjero suman la de tener pocos recursos.
Acabo con una reflexión de la lectora: "Tengo la impresión de que en el periodismo hay ciertas palabras que en un momento dado surgen y ante la falta de familiaridad se utilizan términos imprecisos que se propagan de los medios a la calle y que las personas adoptamos casi sin reflexión". Es una buena descripción del proceso.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 913 37 78 36.
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