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Reportaje:

¿Pero quién mató a Jordi?

Los vecinos y amigos del hombre quemado vivo en Bellvei tratan de entender las razones de su muerte

El lugar era silencioso. Nadie escuchó nada. La muerte de Jordi R., de 50 años, sacudió ayer a la tranquila urbanización Baronia del Mar, de Bellvei del Penedès (Baix Penedès), cuyos vecinos limpiaban los restos de una muerte que tardarán en olvidar.

La noche del jueves el hombre recibió una paliza y, con un trapo en la boca para que nadie pudiera oír sus gritos, fue rociado con gasolina. Murió quemado, en los brazos de un joven marroquí que trató sin suerte de envolverlo en una manta para apagar las llamas. Este joven pasó la noche gracias a los tranquilizantes que le suministraron en los servicios de urgencias. También visitó al psiquiatra. A unos y al otro les explicó la horrible visión de la víctima perdiendo la vida envuelto en llamas.

Nadie se atrevía ayer a dar una explicación al tremendo suceso. Jordi R. acababa siempre por pagar el alquiler del bar que regentaba. A veces se retrasaba o lo hacía a plazos, pero no fallaba. Se había rodeado de una buena y pacífica clientela: nunca tuvo problemas con ella. Así recuerda el bar Eusebio López, el presidente de una comunidad de 35 propietarios del bloque donde ocurrió la tragedia -el bar está ubicado en los bajos. En el momento de la tragedia solamente tres de los apartamentos estaban ocupados.

Los vecinos que se reunieron ayer para repintar las paredes calcinadas tenían claro que a Jordi R. lo habían ajusticiado. Pero nadie sabía explicarse el motivo de tan brutal ajuste de cuentas. "Si quieres matar a alguien le pegas un tiro o lo atropellas, pero no lo quemas", era el comentario más común.La policía guarda un total hermetismo. Ni siquiera facilitó la identidad de la víctima, pese a que llevaba la documentación encima. "Se limitan a decir que están investigando", señaló ayer el alcalde de Bellvei, Josep Fonts. Al cierre de esta información, no se había producido ninguna detención.

Jordi R. murió mientras cerraba su bar el pasado jueves por la noche. Entre semana siempre cerraba pronto. No había tenido mucho trabajo. La urbanización cobra vida los sábados, y sobre todo en vacaciones. Esa noche, Jordi R. llevó el maletín con el dinero recaudado durante el día a su coche. Luego volvió tras sus pasos para cerrar las puertas metálicas del local.Allí fue sorprendido.

"Cada noche seguía la misma rutina", recuerda la propietaria del bar, Ana González. Una o varias personas -nadie vio la agresión- le golpearon con fuerza, lo rociaron con combustible y le prendieron fuego. Después, el o los asesinos se fueron, muy probablemente a pie, pues nadie escuchó ningún motor y el lugar carece de contaminación acústica. Se trata de una envejecida y un tanto descuidada urbanización situada en una zona boscosa entre Calafell, El Vendrell y Bellvei.

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El maletín con el dinero permaneció ahí. También el teléfono móvil, y el dinero de la caja registradora. La policía ni siquiera se ha planteado que el móvil fuera un robo. "Antes había llevado otros bares en El Vendrell y La Bisbal", recuerda la madre de Ana, Milagros.

Pese a que nadie conocía a Jordi R. a fondo -era originario de L'Hospitalet de Llobregat, donde será enterrado esta mañana-, los vecinos de Bellvei y su alcalde le consideraban una persona honesta, sin negocios que esconder. Aunque, a la vista de su terrible muerte, tampoco lo descartan. Le conocían desde hacía cuatro años, cuando se puso detrás de la barra del único bar de la zona, lo justo para saber que llevaba 20 años casado con una mujer que ya era abuela, que había estado casado anteriormente, y que vivía apenas a tres calles de donde murió.

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