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Crítica:TEATRO | 'En un lugar de Manhattan'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La fontanería errante

Javier Vallejo

Del centenar de adaptaciones del Quijote estrenadas en su cuarto centenario, la que más expectación ha levantado es ésta, creada por Els Joglars a petición de Esperanza Aguirre. Es un encargo moldeado en la tradición del barroco, cuando los Austrias encargaban obras a autores contemporáneos de Cervantes. Albert Boadella, director de Els Joglars, ha creado una función de teatro dentro del teatro. Sus protagonistas son un grupo de actores y la directora argentina Gabriela Orsini, que ha recibido el encargo de montar El Quijote. Como Boadella. La función que están ensayando se titula también En un lugar de Manhattan.

La Orsini arrincona el texto: quiere hacer una función contemporánea, feminista. No duda en cambiar de sexo al hidalgo ni a su compañero de correrías. A través de ella, Boadella critica el teatro experimental y alguno de los montajes sobre la obra de Cervantes que se han ido representando este año. "Es mi Quijote", dice la Orsini cuando uno de sus actores le indica que la relación entre el original y lo que ensaya está traída por los pelos.

También el Quijote que Boadella saca a escena es propio, personalísimo, y no más lícito, ni menos, que cualquier otro: un fontanero, obsesionado con los materiales antiguos, combatiente contra el PVC. Su enemigo es Leroy Merlín. Ramon Fontserè lo interpreta con gracia, desmadejándolo. Dice que se ha inspirado para la voz en la de Juan Carlos I. Su primera entrada, buscando la avería en las cañerías con la varita del zahorí, es uno de los mejores momentos de la función. También brilla Pilar Sáenz, en el papel de la Orsini: es mucho mejor su composición física, su brío sostenido, que su acento porteño.

En otros montajes, Boadella disparó contra objetivos altos. Contra el Vaticano en Columbi lapsus. Contra Pujol en Ubú president. Cuando el enemigo es fuerte, Els Joglars luce sus armas mejores. Boadella se peleó con el franquismo y ha sabido revolverse contra casi todo. En esta función, los méritos de la compañía están por encima del propósito, y los del Boadella director son más que los del dramaturgo.

Repartidas, hay críticas al arte contemporáneo, a la farándula, e imágenes potentes, como la que cierra el espectáculo, con Alonso Quijano muerto en brazos de su escudero. Y chistes como éste: "Lesbianas, que son lesbianas", grita un personaje a Don Quijote. "Limpias y cristianas", replica el hidalgo. El público que abarrotó el Albéniz aplaudió largo. Cuando se escucharon bravos, Boadella salió a saludar.

Un momento de la representación de <i>En un lugar de Manhattan</i>.
Un momento de la representación de En un lugar de Manhattan.JORDI BOVER
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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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