Historia devorada
Aun cuando por su interés y trayectoria a las espaldas, se impone ya una revisión más extensa del trabajo de Curro González (Sevilla, 1960), bienvenida sea, al menos, esta oportuna llamada de atención sobre uno de los artistas que han desarrollado, en nuestra escena del cambio de siglo, una de las apuestas más singulares, intensas y pertinentes en el ámbito de la figuración pictórica.
En 1937, la revista Minotaure ilustró un artículo de Benjamin Péret, La Nature dévore le progrès et le dépasse, con una extraordinaria fotografía de autor desconocido que nos muestra una vieja locomotora abandonada, literalmente invadida por la maleza. Como introducción a su proyecto para el Espacio Uno, González sitúa en la sala de acceso un dibujo panorámico sin duda inspirado por esa célebre imagen y cuyo título, en paráfrasis inequívoca del que encabeza el texto de Péret, es La selva devorará todo. Insistiendo en ese esquema de acumulación obsesiva reiterado en tantas composiciones recientes por el artista sevillano y que centra de nuevo el ciclo ideado para esta ocasión, el dibujo amontona un caótico tropel de máquinas y vagones ferroviarios, atrapado en una maraña de raíces y troncos. Y ni que decir que tan elocuente emblema deja ya de entrada bien claro de qué va el asunto tejido por el discurso melancólico de esta exposición, que no es otro que el de la puesta en escena del aparatoso descarrilamiento del tren de la Historia.
CURRO GONZÁLEZ
Espacio Uno
Museo Reina Sofía
Santa Isabel, 52. Madrid
Hasta el 27 de noviembre
Pues, en definitiva, no otra cosa más que pintura de historia a la altura de los tiempos, es también lo que el artista sevillano acomete en los dos descomunales trípticos alegóricos, El enjambre I y II, enfrentados aquí en la culminación de su apuesta. De un lado, otro nuevo escenario de desguace, el de mayor talla y alcance entre las telas que ha dedicado a dicho motivo en la presente década, con su consabido sic transit relativo a las glorias y dones fantasmales de nuestra tan comatosa era de opulencia, sólo que en esta ocasión habitado, en calidad de ilustres okupas, por otros despojos -Arafat, el Che, J. F. K., Jomeini, Lenin, la madre Teresa-, arrumbados al fin del santoral contemporáneo tras haber alcanzado la fecha de caducidad. Y frente a tan edificante espectáculo, la multitud inerte en su dócil espera, sin sospechar ni por asomo la que se le viene encima.
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