_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Agujeros

¿Quién ha dicho que la LOE no limita el derecho de los padres a elegir qué colegio quieren para sus hijos? Naturalmente que lo limita. Por ejemplo: si unos padres quieren que sus hijos vayan a un colegio concertado y sin moritos, quizás lo tengan un poquito más crudo si se aprueba esta ley. Y digo "quizás", porque en el fondo dudo mucho que esas comisiones creadas por la LOE para establecer qué porcentaje de inmigrantes deben estudiar en qué colegios aprovechen la ocasión para hacer que los colegios privados arrimen el hombro en un asunto que nos concierne a todos.

La educación de los moritos es una tarea con la que carga casi en exclusiva la enseñanza pública. Aunque algún concertado tenga que reservar alguna placita decorativa, es en los colegios públicos donde se libra la verdadera batalla de la inmigración y se sufren las tensiones que provoca la llegada masiva de extranjeros. ¿Qué hacer en una clase con inmigrantes que no saben hablar muy bien español? ¿Bajamos el nivel y perjudicamos a los nativos? ¿Mantenemos el nivel y que se apañen los negritos? ¿Metemos más dinero y contratamos profesores de apoyo? ¿Los ponemos a todos en la misma clase, para que vayan haciéndose una idea del futuro? Al fin y al cabo, cuanto antes estalle en España la violencia que ahora sacude Francia, mejor; ¿para qué esperar 20 ó 30 años?

Hasta ahora, como digo, los colegios concertados no tenían que hacerse estas preguntas. Pese a recibir dinero público, sólo un 30% de los inmigrantes estudiaba por hache o por be en estas escuelas. Con la simple triquiñuela de poner una cuota mensual para el uniforme un colegio concertado puede quitarse estas molestias de encima. Y los padres pueden elegir; tienen ante ellos un panorama diáfano: blanco y negro. O mejor dicho: blancos y negros; a un lado la enseñanza pública llena de moritos que bajan mucho el nivel. Y al otro, la enseñanza concertada, que te cuesta algo de dinero, sí, pero que te asegura que el niño está con la gente de su clase (social).

Pero ahora esta LOE de Zapatero pretende endurecer el control en la admisión de alumnos. En realidad las cosas no serán muy diferentes a como han sido siempre: lo único que hará la LOE en este aspecto es crear una comisión que supervisará el proceso de admisión de alumnos. Un proceso que regulará la Administración, claro, que es la que pone el dinero. Será ella la que establezca cuántos extranjeros pobres van a qué colegios. Pero entre nosotros: ¿creen ustedes que aquí, en Almería, las Jesuitinas o La Salle recibirán tantos inmigrantes como el colegio de El Puche?

Por motivos diferentes, a mí tampoco me gusta la LOE, que vuelve a claudicar frente a las dos Iglesias, la católica y la nacionalista. Pero me gusta menos la desfachatez. Lo digo porque la semana pasada estuvimos llamando al Ayuntamiento de Almería para que colgara unas perchas en el colegio del barrio, que se acaba de construir y que está a medio terminar. El mantenimiento de los colegios es competencia de los ayuntamientos. Pero nadie se puso al teléfono. Habrían ido a la manifestación. Así que mientras ellos luchaban por la Libertad, nosotros, los padres, hicimos los agujeros con unos taladros que llevamos de nuestras casas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_