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Análisis:AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La miel es dulce, pero las abejas pican

Joaquín Estefanía

EN SU CONJUNTO, las demandas sociales son contradictorias; dependen de las ideas dominantes en cada momento. Desde hace algún tiempo hay una demanda instalada con fuerza en las sociedades occidentales, producto del pensamiento único: reducir los impuestos. Los impuestos que se bajan son, en primera instancia, los de sucesiones, donaciones, patrimonio y sociedades, es decir, aquellos que han corregido parte de la desigualdad de oportunidades de nuestro sistema y que afectan mucho más a unos ciudadanos que a otros.

Como las políticas económicas de esas sociedades están sometidas a unas normas de disciplina (el déficit público debe ser muy bajo, sean cuales sean las condiciones en las que vivan los ciudadanos), la única forma de cumplirlas si caen los ingresos es reducir el gasto público, y entre éste, el gasto social. Pero las necesidades siguen existiendo, y si se trata de sociedades ricas son necesidades crecientes, motivadas por poblaciones que se han acostumbrado a unos niveles de bienestar, que van envejeciendo y que para evitar ese envejecimiento consienten en que cada vez más ciudadanos de otras partes del planeta (los inmigrantes) se instalen en ellas para hacer los trabajos que a los primeros ya no gustan, para que aumenten la natalidad y para que paguen las pensiones de quienes, cada vez en mayor cantidad, se jubilan.

Villepin ha anunciado una batería de medidas sociales destinadas a paliar los problemas de los barrios más degradados. Son casi exactamente las mismas que hace unos años derogó su antecesor, Raffarin

Una población superior en número, por una parte más joven y por la otra más mayor de edad, genera muchas necesidades. Las costuras del sistema se rompen: sanidad masificada, educación sin calidad y sin medios, pensiones y seguridad privadas, atascos en las infraestructuras, guetos ciudadanos...

Con esa política de achique del sistema público de bienestar, éste sobrevive en otro punto de equilibrio más bajo. No ocurre nada hasta que pasa. De repente, los excluidos del sistema, que a través de la globalización conocen los estándares de vida de los otros, se rebelan y se producen estallidos de rabia y de violencia convocados a través de los teléfonos móviles. Una antigua emigrante española en Francia revisita su antiguo barrio de Saint Denis y escribe en una carta al director de EL PAÍS: "Sólo hay que analizar las cifras de absentismo, fracaso escolar, ausencia total de formación, de salida profesional, el paro, la desocupación, la falta de motivación, de ilusión, las horas de calle, de bancos en los parques, en los centros comerciales...; en definitiva, una juventud sin ilusión y sin futuro, pero también sin valores, sin normas y sin límites impuestos".

Nicolas Sarkozy, ministro del Interior, ha denominado "escoria" a los protagonistas de los incendios de liceos, guarderías y automóviles en Francia. Seguramente no sabía que así es como bautizó Marx al lumpemproletariado: "escoria de los sujetos más depravados de todas las clases sociales", frente a "la clase verdaderamente revolucionaria", el proletariado. ¿Vuelve la historia que decían que se había acabado?

Para combatir esos estallidos se requiere legitimidad política, sistemas de seguridad pública (no los ejércitos de vigilantes privados) y programas sociales que faciliten la integración cultural y el sentimiento de pertenencia a una sociedad. Pero para ello se necesita más gasto público y más gasto social, lo que significa o más déficit (violación de las normas de juego) o más impuestos (entonces se subirán los indirectos, los que pagan todos). Y el sistema encuentra otro punto de equilibrio.

Cuando fue candidato a la presidencia, Chirac resucitó el concepto de fractura social al mencionar la necesidad de volver a conquistar "los territorios perdidos de la República". Ahora, Dominique de Villepin, primer ministro, se ha comprometido a restablecer buena parte de las medidas de tipo social que ha ido eliminando, durante años, su antecesor, Raffarin. Se trata de una batería de medidas sociales destinadas a paliar los problemas de fondo de los barrios más degradados.

Y es que la miel es dulce, pero las abejas pican, como dice el proverbio chino.

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