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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Escombros

El domingo pasé por la M-30 sin darme cuenta de que estaba en obras; el lunes fui a verlas para cerciorarme de que la visión no había sido un mal sueño. Ya al entrar a Madrid por la carretera de Barcelona tuve un serio aviso: a pocos metros nos desviaron de la ruta principal porque cuatro camionazos, de esos que tienen patas además de ruedas, vigilaban a una pobre torre metálica que yacía en la calzada.

Un aperitivo de lo que venía después; tres kilómetros de riberas del Manzanares convertidos en campos de batalla para calmar el ansia de las máquinas. La antigua autovía zigzaguea por desvíos en un tobogán continuo. Las nuevas rayas amarillas se mezclan a trozos con las antiguas y te estampan contra muros y vallas. Las innumerables grúas estaban quietas, descansando, listas para el ajetreo, parecían molinos esperando un soplo de viento, una orden.

Ayer conté 83 grúas en la margen izquierda y 62 en la derecha. Hay máquinas semejantes a las que se ven en los campos petrolíferos; hay mangueras de hormigón que se derraman sobre ferrallas y agujeros; hay perforadoras que parecen perseguir con afán a las inmensas tuneladoras que agujerean nuestro subsuelo; los camiones y las excavadoras, por cientos, no paran de extraer y transportar. Diríase que están construyendo aquí el puerto de Rotterdam, el aeropuerto de Los Ángeles, qué sé yo. Al río Manzanares han vertido miles de toneladas de escombros y lo han humillado al robarle las espuertas y remansos dejándole con un hilo de agua entre pedruscos.

El De Madrid al cielo hay que cambiarlo por Madrid, "Costa del Escombro" y "Vacaciones en Madrid, obras todo el año". Menos mal que no dieron los Juegos Olímpicos a la ciudad, porque si no, ya me imagino millones de grúas luchando a hierro partido por un metro cuadrado que destruir, mientras los madrileños huyen despavoridos por los campos de Castilla con sus carromatos llenos de muebles y recuerdos.

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