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Reportaje:

Asiáticos en pateras chárter

2.000 'sin papeles' procedentes de Oriente recalaron en Melilla en los últimos cinco años

Tereixa Constenla

Hace casi un mes fondeó en Melilla una barca ocupada por asiáticos, algo bastante habitual en la ciudad autónoma. Pero esta vez los inmigrantes, desorientados, corrieron hacia las vallas fronterizas para tratar de cruzar a Marruecos, ignorando que ya pisaban territorio español, su objetivo desde que partieron de India. Deshecho el equívoco, se apresuraron con la misma celeridad en dirección contraria para evitar poner en riesgo la meta de su viaje: Melilla.

A esta ciudad, según datos de la Guardia Civil, han llegado más de 2.000 inmigrantes sin papeles procedentes de distintos países asiáticos en los últimos cinco años, a los que habría que sumar el grupo despistado que desembarcó la semana anterior. "Es un flujo tan viejo como cualquiera de los otros", aclara el comandante de la Guardia Civil de Melilla, Manuel Llamas.

"Es el colectivo más paradigmático en cuanto a mafias, opera como una agencia de viajes", dice un guardia civil

Un flujo menor que el africano, pero similar en constancia. "Es el colectivo más paradigmático a la hora de hablar de mafias, operan como una agencia de viajes, disponen de conexiones en distintas ciudades, el inmigrante no sólo paga el billete de avión, también paga por las infraestructuras en cada escala y la atención de gente", expone.

En junio, la Audiencia de Málaga condenó a seis personas que pertenecían a una red dedicada a introducir asiáticos en Melilla, que pagaban por ello 8.000 euros.

Desde su país vuelan hasta alguna ciudad marroquí o africana. Luego trasladados hasta la provincia de Nador, la zona de Marruecos vecina de Melilla. De algún punto de este litoral zarpará una patera o una embarcación neumática con la proa hacia la ciudad autónoma española. "Llegar hasta aquí es fácil, seguro y experimentado, son trayectos de una hora escasa", señala Llamas. "Suelen venir con una garrafa de cinco litros", apuntala el brigada Juan Antonio Martín.

"Cuando llegan todos cuentan que vienen en un gran barco hasta Turquía y allí les dejan en un barquito pequeño, pero siempre traen dirhams y el reloj con la hora marroquí", concluye Llamas.

Ése es el testimonio de Jesbinender, un indio de 21 años que declara haber navegado en un "gran barco" desde India hasta Turquía, donde tomó un navío más pequeño. Por su peripecia abonó 16.000 euros. Jesbinender, un sij de la región de Punjab, abandonó su país harto de los conflictos religiosos entre musulmanes, hindúes y sijs.

Como para desquitarse de tanto desencuentro confesional, en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla ha hecho buenas migas con Ahmed y Alí, dos indios de religión musulmana de 30 y 22 años que proceden de Cachemira, la zona disputada entre India y Pakistán.

Los tres acudieron juntos a la ruptura del ayuno del Ramadán, celebrado junto a la mezquita del cementerio musulmán de Melilla. Al final de la cena organizada por la Comunidad Islámica de Melilla y la asociación Entreculturas, a la que asistieron 200 inmigrantes, el sij se levanta con respeto durante la oración musulmana. Luego descubre sus planes: "Quiero encontrar un trabajo en España, y si no en Italia".

En el CETI residen 110 oriundos de India y cinco de Bangladesh. Tras los malienses y argelinos, los indios representan la tercera nacionalidad más abundante en el centro, donde en otros momentos se han atendido inmigrantes de Pakistán, Irak, Filipinas y Bután. "Vienen estropeados, parecen mayores de lo que son, algunos llegan sin zapatos y con los pantalones hechos jirones", detalla María Dolores Morales, la asesora jurídica del CETI.

En los últimos tiempos proliferan los hombres que llegan solos tras haber pagado entre 6.000 y 12.000 euros, según la Guardia Civil.

Este desembolso les permite exigir culminar con éxito la travesía. "Digamos que los subsaharianos vienen en líneas regulares y los asiáticos en un chárter, que les da derecho a repetir si les falla el primer intento", sostiene el comandante Manuel Llamas.

Aunque siempre hay excepciones, como los dos inmigrantes de Bangladesh abandonados en el Sáhara tras ser detenidos en las redadas policiales efectuadas en Marruecos tras la crisis de las vallas de hace unas semanas y que sobrevivieron ocho días en el desierto con sólo dos botellas de agua. Ellos ni siquiera pudieron disponer de una primera intentona.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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