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Reportaje:

¿Se apaga la estrella de Schwarzenegger?

Bajo los focos, Arnold Schwarzenegger está como en su casa. En el plató de la KCRA de Sacramento, filial de la televisión NBC, el gobernador de California, que cumplió 58 años hace tres meses, está tan relajado minutos antes de empezar el directo que es capaz de hacer un aparte y hablar del rodaje de Conan el bárbaro: "Tengo un recuerdo muy bueno de España, rodamos allí casi toda la película. Estuve en Madrid, en Cuenca, en Almería, en Almerimar... Su país es precioso. Me lo pasé muy bien".

Pero el hombre que dejó hace dos años el cine para ser un político distinto no está para distracciones: atraviesa su momento más complicado, y la popularidad del 70% que tenía -su capital, su herramienta- ha caído en picado. El martes, este extranjero casado con una Kennedy que dirige el Estado más poblado de EE UU corre el riesgo de fracasar por primera vez en su vida, si los electores no aprueban alguna de las iniciativas que se someten a referéndum y que forman parte de su programa:

Atraviesa su momento más complicado, y su popularidad, que alcanzó el 70%, ha caído en picado. El próximo martes, este extranjero casado con una Kennedy corre el riesgo de fracasar
Sus propuestas, sometidas a consulta popular, le enfrentan a profesores, sindicatos y congresistas. Además quiere impedir que los gastos públicos superen los ingresos
Es una guerra sin cuartel que ha llevado a una batalla publicitaria. El gobernador ha recaudado 43 millones de dólares, y sus adversarios, 80
California, que atrajo a 539.000 residentes en 2004, crea el 14% del PIB de EE UU. Si fuera independiente sería la quinta potencia mundial
El movimiento populista que descabalgó al anterior gobernador apoya la propuesta que eliminaría la práctica de rediseñar los distritos electorales
"¿Quién sabe qué va a pasar de aquí a 2006? Nadie debe darle por acabado. Puede reinventarse a sí mismo", dice un profesor
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"A Schwarzenegger le ha perdido la arrogancia"
"El gobernador ha desafiado el 'statu quo"

- Ampliar de dos a cinco años el periodo de prueba para que los profesores consigan un puesto fijo de trabajo (proposición 74).

- Obligar a los sindicatos a pedir permiso a sus afiliados para gastarse las cuotas en campañas políticas (proposición 75).

- Establecer un tope de gastos públicos que no supere nunca los ingresos (proposición 76).

- Dar a una comisión de jueces el diseño de los distritos electorales en lugar de a los congresistas (proposición 77).

Tanto el éxito o el fracaso de estas iniciativas como la fortuna política del gobernador tendrán repercusión en todo EE UU, porque California es un laboratorio de tendencias y modas. Y el modelo Arnie -el desafío a la política tradicional que pone de los nervios a demócratas y republicanos- está en cuestión, en parte por sus errores y en parte por la guerra sin cuartel con los sindicatos, que ha llevado a una enloquecida batalla publicitaria y a un gasto sin precedentes: el gobernador ha recaudado 43 millones de dólares, y sus adversarios, 80.

Para llegar al estudio de televisión, Schwarzenegger ha tenido que pasar a través de un centenar de sindicalistas que le gritan e insultan "porque ha atacado a los trabajadores", según Bonnie Castillo, una enfermera de Sacramento. Ahora, frente a las cámaras, vestido con un traje gris con corbata lavanda y calzado con unos Doc Martens tipo Oxford, Arnie hace lo que mejor se le da: enviar un mensaje directo al cuarto de estar. "No os dejéis asustar por las campañas del miedo; votar no es seguir con el mismo sistema fracasado. La Administración se diseñó para servir a la gente; ahora se sirve a sí misma. Necesito las herramientas con las que poder hacer el trabajo para el que me elegisteis. Como dijo Einstein, la misma gente que crea un problema no es la que puede resolverlo".

Fin de la luna de miel

La luna de miel del actor-gobernador duró un año: tendió la mano a los demócratas -en mayoría en el Congreso californiano- y les dio más de la tercera parte de los puestos en su Gobierno y el 40% de los nombramientos judiciales; puso a un ecologista al frente de Medio Ambiente e impulsó la investigación con células madre, un anatema para el ala republicana más derechista. ¿Qué le ha ocurrido para tener el mismo pésimo índice de popularidad que George W. Bush? ¿Es que "la estrella del gobernador se ha debilitado", como cree el diario The Sacramento Bee?

"Todos los políticos suelen empezar sus mandatos con altos índices de aprobación. En cuanto toman decisiones, empiezan a crearse enemigos. En el caso de Schwarzenegger, ha sido más radical, porque las expectativas eran inusualmente elevadas", dice John Pitney, profesor de la Universidad Claremont McKenna, de California. El gobernador pensó que las reformas eran urgentes y necesarias, pero no parece haber contagiado al electorado. Ha perdido apoyos vitales: el de los hispanos y los negros que le votaron -un tercio y el 17%, respectivamente- y el de los independientes y demócratas moderados. Su partido le respalda nominalmente, pero pocos mueven un dedo ante algunas de sus reformas. Y ha plantado cara, a veces de mala manera, a poderosas fuerzas profesionales y sindicales.

"Schwarzenegger quiere desmantelar la red de seguridad construida durante años. Es un Terminator para todo el que no tenga una cuenta corriente en el banco como la suya", afirma Deborah Burger, presidenta de la Asociación de Enfermeras de California, con 58.000 afiliados y que declaró la guerra al gobernador en enero, cuando éste dijo: "Hay sectores a los que no les gusto porque siempre les estoy dando patadas en el trasero". Desde entonces, enfermeras, profesores, bomberos y otros empleados públicos no dejaron de darle patadas en el trasero.

Bill Hauck, presidente del lobby empresarial California Businnes Roundtable, lo ve desde el otro lado: "Lo que tenemos es, por una parte, unos grupos de intereses muy bien financiados y muy poderosos que defienden el statu quo, y por otra, un político que dice que la situación es inaceptable y que quiere cambiarla. Eso es lo que causa esta gigantesca pelea".

California, que atrajo a un total de 539.000 nuevos residentes en 2004, tiene 37 millones de habitantes (tendrá 46 millones en 2030); crea el 14% del producto interior bruto de EE UU, y, dependiendo de los cálculos, sería la quinta o sexta potencia económica mundial si fuera un país. Se ha recuperado de la crisis de la nueva economía, que costó 250.000 empleos en Silicon Valley, pero sus cuentas públicas arrastran problemas crónicos que la clase política se resiste a abordar de raíz. Y los electores tienden a votar cada vez menos, lo que no reduce el entusiasmo de los que proponen iniciativas; los referendos pueden convocarse si se reúnen las firmas del 8% de los que votaron en la última elección para gobernador, según la Constitución californiana. "Lo que domina es el pesimismo. No tanto por la economía, que no va mal; es que hay mal humor. En cuanto al gobernador, sufre en parte una reacción de decepción de los que esperaban mucho más y más rápidamente", entiende Pitney.

La osadía de retar a las enfermeras o a los enseñantes (335.000 afiliados) y a un sistema, el uso de las cuotas para campañas electorales, que está en la médula de la intervención sindical clásica en la vida política americana ha desatado una guerra sin cuartel. Es lo que más admira Tom Campbell de Schwarzenegger, responsable de finanzas del Estado (lo que le ha obligado a dejar de ser temporalmente decano de la Business School de Berkeley): "Ha abordado los problemas más difíciles, el de la enseñanza y el del agujero presupuestario que hay desde hace seis años. Hubiera podido ganar la reelección sin meterse en estos líos. Pero entendió que tenía que hacer algo distinto, corrió el riesgo. Por eso tiene mi admiración y por eso le ayudo".

"Nuestro gobernador tiene el fuego en el estómago que hay que tener", añade Campbell en un aceptable español que practica a diario mientras va en el coche, "y yo pienso que ganará en 2006, porque es un líder que asume riesgos. ¿No es lo mismo que hizo aquel primer ministro elegido después de Franco, el señor Suárez?". Campbell no cree en las encuestas que predicen una derrota de las propuestas: "Nuestros sondeos internos dicen que la cosa marcha en la 74, la 75 y la 76. Ya veremos".

Ted Costa tampoco cree en los sondeos. Dirige el movimiento populista El Defensor del Pueblo, que hace dos años fue el motor de la elección especial que descabalgó al gobernador Gray Davis y abrió la puerta a Schwarzenegger. Ahora, Costa y los 300.000 voluntarios que asegura tener impulsan la proposición 77, que eliminaría la tramposa práctica del gerrymandering, un diseño de los distritos electorales que garantiza la reelección al partido dominante. En su modesta oficina de los alrededores de Sacramento, Costa echa pestes del sistema: "En EE UU se vive bajo la ilusión de que las elecciones son justas y democráticas. No es así. Mire California: ninguno de sus 153 escaños cambió de color en la última elección. ¡Ésas no son elecciones! Y nosotros, que nos reíamos de Rusia...".

Pase lo que pase el martes con la proposición 77, Costa dice que la chispa ya ha prendido y hay propuestas similares en Ohio, Florida, Michigan, Illinois, Massachusetts... "Cada vez que nacía un niño se decía que podía llegar a ser presidente. Eso se acabó. ¡No sería ni presidente, ni congresista, ni perrero municipal con este sistema! Lo será si los jefes del partido quieren. Si publica esto, seguro que hay gente que se siente ofendida, y apuesto a que el embajador de EE UU en España dirá: '¡Qué dice ese hombre!'. Pero es la verdad. Las elecciones presidenciales todavía son libres, pero las de los congresistas, no. Todos se ponen de acuerdo para asegurarse sus escaños. Y ésa no era la idea original; George Washington dijo que no quería ser rey, que quería un sistema en el que cualquiera pudiera serlo durante un tiempo".

En el estudio de televisión, Schwarzenegger apoya la 77: "Los políticos eligen a los votantes, en lugar de ser al revés; es un sistema que no funciona". Y la 74: "Exijamos responsabilidades: dos años es poco para saber si un profesor es bueno o malo". Y la 75: "Yo creo en los sindicatos: soy del sindicato de actores. Pero el dinero de los afiliados sólo debe usarse para hacer política con su permiso". Y la 76: "¿Cómo la quinta economía del mundo puede rozar la quiebra? Gastamos más de lo que ingresamos; es injusto para nuestros hijos y para los contribuyentes".

Segundos antes de dejar los focos, un golpe a los que le siguen: "Ahora escucharán a alguna gente que va a decir que no hay que cambiar el sistema; es normal, ¡ellos son el sistema!".

El sistema es el jefe de bomberos Brian Rice, la maestra Liane Cismowski y el sindicalista Kevin Hall. Igual que han hecho con el gobernador, el medio centenar de personas de la audiencia les preguntan por las propuestas. "El gobernador quiere castigarnos", dice Liane. "No son reformas, son venganzas", afirma Rice, que protesta de que se quiera controlar el dinero de los sindicatos y no el de las grandes empresas, y que asegura que el gobernador está en una cena "de 50.000 dólares el cubierto". "El mapa electoral es indefendible, pero el proceso que se propone no es ni justo", cree Hall, que pide a los televidentes que salgan a la calle "y hablen con sus bomberos, con sus policías, con sus empleados de bibliotecas, con sus enfermeras...".

Egomaniaco

El programa se acaba. La campaña está a punto de concluir. Las estaciones de televisión se hacen de oro con la publicidad. El interés es relativo, y por eso los activistas se vuelcan. Deborah Burger, la jefa de enfermeras y especialista en diabetes, es una de las pesadillas del gobernador. "Se ha creído que iba a lograr que se aprobaran las medidas por su fama y su imagen de tipo majo. No sólo las vamos a frenar, sino que vamos a decir a la gente que no se deje engañar más". Robin Swanson, portavoz de Alliance for a Better California (ABC), que reúne sindicatos y grupos de profesores, enfermeras, policías, bomberos y otros empleados públicos, cree que Schwarzenegger "es un egomaniaco; su ego está descontrolado". "Es como cualquier otro político, o peor, porque cree que puede gobernar el Estado como si fuera un plató de cine. No sabe cómo ser un hombre de Estado".

Clark Wilkinson, jubilado, no está de acuerdo: "No me gusta la política, como a la mayoría de los californianos. Pero creo que al gobernador le echan culpas que no tiene. Mire la educación; es un lío desde hace mucho tiempo. ¿Cómo va a ser culpa suya, si lleva dos años? Hay gente que le pide que mueva montañas. Eso nadie lo puede hacer".

¿Se acabó la estrella si el martes se funde su brillo? Para John Pitney, no se puede decir que Schwarzenegger esté acabado si pierde. "Primero, porque aún tiene alguna posibilidad de ganar uno o dos referendos. Pero incluso si no, tendría un margen posible de victoria en 2006. Su estrella política brilla menos y una derrota sería, naturalmente, un revés, pero no sería el final".

En Esquire Grill, un restaurante al que suele ir el gobernador cuando está en Sacramento, Bill Dorman, profesor de periodismo, dice que "hay algo de cierto en el cliché de que California es ingobernable", pero sugiere que a Schwarzenegger le ha perdido la arrogancia. "Creyó que con su popularidad, que era más alta que ahora, iba a sacar esto adelante". ¿Y su futuro? Las predicciones son muy peligrosas en política: "Yo no hago desde que pensé que Reagan no iba a recuperarse del Irán-Contra y que Bush padre iba a ganar las elecciones tras la guerra del Golfo. ¿Quién sabe qué va a pasar de aquí a 2006? Nadie debe dar por acabado a Schwarzenegger. Puede reinventarse a sí mismo. Reagan lo hizo". Como dijo el inefable beisbolista Yogi Berra, recuerda Dorman, "una cosa no acaba hasta que acaba".

Arnold Schwarzenegger ondea la bandera norteamericana durante su aparición en un programa de televisión de la NBC.
Arnold Schwarzenegger ondea la bandera norteamericana durante su aparición en un programa de televisión de la NBC.REUTERS

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