El viejo niño republicano
Eduardo Haro Tecglen (Pozuelo de Alarcón, Madrid, 1924-Madrid, 2005) no dejó de cultivar la memoria en todos y cada uno de sus innumerables artículos periodísticos. Siempre planeaba el pasado, en forma de losa, de bagaje o de estímulo, sobre el presente. Y una vez más el caso de este periodista y escritor, fallecido el pasado mes de octubre en Madrid, demuestra que el peso de los años juveniles resulta determinante a la hora de configurar una obra literaria. Aquello de que la infancia es la verdadera patria se cumple de nuevo. Y los años de niñez y adolescencia de Eduardo Haro Tecglen coincidieron con la República y la Guerra Civil, un periodo que marcó toda su vida posterior. No resulta extraño, pues, que el intelectual se definiera a sí mismo como "raro, enamoradizo, republicano y, ante todo, rojo", en el transcurso del homenaje que el Círculo de Bellas Artes de Madrid le tributó con motivo de su 80º cumpleaños.
Es también, por todo ello, coherente que la mayor parte de su producción como escritor pueda incluirse en el memorialismo y que tenga la etapa republicana como escenario, argumento y motivo. A pesar de que Haro había publicado ya obras como el Diccionario político o biografías como la que escribió sobre el líder comunista chino Mao Zedong, su proyección entre el gran público la alcanzó en 1996 con El niño republicano, un libro de memorias en el que va alternando en pequeños capítulos -casi columnas periodísticas- sus recuerdos de la época con los grandes acontecimientos. En sus páginas figuran descripciones inigualables sobre la vida cotidiana en el Madrid del conflicto. Baste un ejemplo: "Un día cayó una bomba en las proximidades del teatro Fuencarral; hubo que evacuarlo. Se estaba representando La Dolorosa y uno de los actores huyó por la calle de Fuencarral abajo vestido de padre prior, en plena Guerra Civil. Le salvó un coche de la CNT. Era normal interrumpir un espectáculo por bombardeo, esperar en el refugio y volver luego a la sala para continuarlo".
Siguiendo la estela de esas estampas llenas de vida, de ironía y de amargura a un tiempo, de El niño republicano, Haro publicaría después otros dos libros de memorias: El refugio e Hijo del siglo. En realidad utilizó el estilo de sus crónicas periodísticas para contarnos su vida. Así explicó el autor sus intenciones, su visión de la forma y del fondo, en el prólogo de Hijo del siglo: "Crónica no tiene otro sentido: es la obra del cronos, del tiempo. Se escribe sobre el día: y los días hacen el año, la vida. El siglo, o casi siglo, que empieza en mis recuerdos de antes del nacimiento (¿se puede decir eso?) y avanzan hasta lo que ha de venir (aunque no venga nunca). La crónica es una 'historia en la que se observa el orden de los tiempos': misteriosa acepción. ¿Tienen un orden los tiempos, cómo se les observa? Es también un 'artículo de actualidad'; y la actualidad es un fragmento de tiempo".
Quizá Eduardo Haro Tecglen siempre fue un memorialista y nunca pudo ser niño. Lo cuenta él mismo en un pasaje de El niño republicano dedicado al cine: "Debí de ser un niño de orden y de lógica (especialmente ridículo), amayorado: previo al cartesiano que fui después".
Eduardo Haro Tecglen. El niño republicano. El refugio. Hijo del siglo. Punto de Lectura. Madrid, 2005. 350, 372 y 395 páginas. 7,50 euros cada uno.
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