El mundo según Jospin
El ex primer ministro socialista francés publica un libro que le resitúa en la carrera presidencial
Con un perfecto sentido del ritmo político, mientras su partido se desgarra en luchas internas y se multiplican los pretendientes a la candidatura presidencial de 2007, Lionel Jospin, el antiguo primer ministro socialista y derrotado candidato a la presidencia francesa en 2002, ha reaparecido. La publicación de El mundo como yo lo veo, en el que Jospin analiza la crisis de la sociedad francesa y sobrevuela las contradicciones del modelo republicano ante los nuevos retos, ni es una reflexión autobiográfica sobre lo que sucedió hace tres años, ni contiene la más mínima autocrítica, pero de golpe le ha situado de nuevo como el único posible salvador de la izquierda cuando todos los demás hayan fracasado.
En todas y cada una de las numerosas entrevistas que ha concedido, Jospin insiste en que el libro no es programático -lo que es evidente porque no aventura soluciones a los problemas que plantea- ni está escrito en clave de estrategia electoral, lo que es menos obvio en tanto que no se ha descartado como candidato. Incluso su apoyo a la moción oficialista del primer secretario, François Hollande, con vistas al inminente congreso, lo ha matizado por la necesidad de que el Partido Socialista recupere "estabilidad".
Mientras en el partido los campos se definen en función de quién se orienta más a la izquierda, en el libro, Jospin huye del dogmatismo. Recurre, por supuesto, a una retórica gauchista, pero luego escribe: "Más que una doctrina, el socialismo para mí es una visión ética y un método político". También entra en el debate sobre la necesidad de una reforma del modelo constitucional francés, lo que se conoce como el debate de la VI República, en el sentido de que la quinta estaría agotada. Pero Jospin no encuentra que exista ninguna contradicción entre el republicanismo heredado de De Gaulle y las exigencias de una democracia transparente en la que el Ejecutivo tenga que dar cuentas, lo que ahora no sucede. De nuevo, sin embargo, no ofrece una solución al problema que él mismo padeció cuando ejerció de primer ministro bajo la presidencia de Jacques Chirac.
Una de las reflexiones más interesantes de El mundo como yo lo veo es la crítica feroz que dedica a las élites políticas y económicas de Francia. Jospin considera que uno de los trazos "más originales" y "más preocupantes" de la transformación de las estructuras sociales es la emergencia de un "nuevo grupo dominante", que "toma prestados algunos trazos de las viejas aristocracias" y que estaría formada por "una alianza implícita de empresarios, financieros, altos ejecutivos de la industria y los servicios, altos funcionarios y privilegiados de los medios de comunicación".
Esta "nueva casta", según Jospin, reivindica "el carácter fecundo de la desigualdad" y urge a las otras categorías sociales, especialmente a los asalariados, a realizar todo tipo de sacrificios en nombre de la competencia global, a "renunciar a cualquier exceso de esperanza" y pide reducir el tamaño del Estado providencia para disminuir los gastos de la nación. Pero lo que más reprocha el ex primer ministro a esta "nueva aristocracia" es su falta de patriotismo económico. "La vieja burguesía", explica, "era patriota, a veces, nacionalista, y en cualquier caso, en Francia, proteccionista", mientras que a la nueva casta ya no le interesa "el espacio económico nacional", sino "el universo y la ideología de la globalización capitalista".
En lo que se refiere a Europa, Jospin se muestra decepcionado por el no a la Constitución y considera necesario superar la parálisis actual y "aprovechar las oportunidades que ofrece este gran conjunto regional en un periodo de globalización". En este sentido, cree que hay que aumentar la financiación de la UE, avanzar en la armonización fiscal de los Veinticinco y, sorprendentemente, acepta que sea necesario reducir el coste de la Política Agraria Común (PAC) mientras esta medida se acompañe de una revisión del cheque británico.
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