Lejos del Aljarafe sevillano

Sacar el debate político del Parlamento andaluz. Ése era, y es, uno de los retos que se planteó, desde un primer momento, el presidente del PP de Andalucía, Javier Arenas. Y los hechos le están dando la razón. Fijó su objetivo en las elecciones municipales para acabar con lo que él llama el "régimen" reinante en nuestra comunidad por lo que todo lo que ocurra en la Cámara autonómica pasa a segundo lugar. Lo suyo es conseguir presencia y cuota de influencia en los pequeños y medianos municipios en donde reside la base del apoyo socialista en esta región, según el particular análisis que hace nada más aterrizar en esta tierra, tras el descalabro electoral del 14-M.

Sólo así se explica el afán de recorrer todos y cada uno de los municipios andaluces tratando así de ensanchar la base social de un partido, el suyo, que, hasta ahora, no ha contado con el suficiente apoyo en el ámbito rural, verdadera asignatura pendiente que tiene por resolver. Ante la opinión pública anuncia que su único objetivo no es otro más que ganar las próximas elecciones autonómicas, aunque, en confianza, llega a confesar que se conforma con que Manuel Chaves pierda la mayoría absoluta de la que goza en esta legislatura.

De esta forma, si en el caso de su antecesora, Teofila Martínez se ganó a pulso el seudónimo de "zapatones", por su propensión a recorrer largas distancias por Andalucía, a pesar de que tenía que simultanear esta labor de jefa de la oposición con la de alcaldesa de Cádiz, con Arenas, en cambio, el calificativo está aún por estrenar, sobre todo, si se tiene en cuenta el amplio capítulo kilométrico que ya ha conseguido agotar. Claro que tanto propensión a poner tierra de por medio se puede llegar a explicar, en el caso concreto de Sevilla, por razones bien distintas. Si bien consideraron este punto como prioritario, teniéndose en cuenta que es el único ayuntamiento de capital andaluza que está en manos del PSOE, lo cierto es que pusieron sus ojos en las localidades del área metropolitana con el fin de establecer un cerco lo más férreo posible contra los socialistas, encabezados por el actual alcalde hispalense, Alfredo Sánchez Monteseirín.

Sin embargo, los acontecimientos le han jugado una mala pasada. El mismo día que Arenas celebraba una cumbre con alcaldes y ediles de la zona en un hotel a las afueras de Sevilla, la policía citaba como imputado para declarar en comisaría a uno de los principales hombres de este partido en la comarca como era Antonio Enrique Fraile, primer teniente alcalde del ayuntamiento de Camas, diputado provincial, y hasta entonces, hombre de confianza del presidente provincial del PP, Ricardo Tarno. A partir de ahí, Arenas optó, más que nunca por la periferia, y ahora es frecuente ver al líder de los populares andaluces por cualquier otro municipio antes que por alguno del Aljarafe, zona en donde están aflorando asuntos cuanto menos desagradables para algunos mandatarios locales de este partido.

Los afectados por historias que tienen que ver con presuntos cohechos, incompatibilidades manifiestas y otras tropelías, comienzan a sentirse absolutamente solos y abandonados por su formación. Y lo peor es que sus dirigentes siguen presos del vértigo que les provoca el no conocer con exactitud, no ya el alcance de las irregularidades que comienzan a aflorar, sino su posible implicación personal en los escándalos que se tratan de esclarecer. Todo es cuestión de tiempo, de ahí el desconcierto reinante en el PP sevillano que, precisamente, se ha venido caracterizando por cosechar sistemáticamente los peores resultados obtenidos en Andalucía. Es por eso que se puede entender que Arenas prefiera aparecer antes, por ejemplo, en Almería, junto a un hombre como Gabriel Amat, alcalde de Roquetas y presidente provincial del PP, que sabe lo que se hace, ahí están sus resultados y el dominio de la zona, que en un enclave como es el Aljarafe sevillano que ha pasado de ser una tierra de promisión a un enclave sembrado de minas.