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50ª SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID

'En la cama', de Matías Bize, sorprendente ganadora de la Espiga de Oro de la Seminci

Daniel Cebrián se alza con el premio al mejor director por su vigorosa 'Segundo asalto'

El jurado pretendió contentar a todos, y casi lo logra. En la cama, segundo largometraje del joven chileno Matías Bize, se alzó ayer con el máximo galardón de la 50ª edición de la Seminci. En un fallo que cogió por sorpresa a casi todo el mundo, la Espiga de Plata fue para el filme francés El tiempo que queda, de François Ozon, mientras que su máximo intérprete, Melvin Poupaud, se hacía con el premio a la mejor interpretación masculina, en una decisión más que discutible. Manderlay, de Lars von Trier, y Caché, de Michael Haneke, recibieron el premio especial 50º aniversario del festival.

'Manderlay' y 'Caché' obtienen el premio especial del 50º aniversario
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Una historia a dos

Como si quisiera marcar las distancias entre las dos mejores películas vistas aquí, Manderlay, de Lars von Trier, y Caché, de Michael Haneke, que venían avaladas por numerosos galardones ya cosechados, y el resto de la selección, el jurado concedió a ambos filmes el premio especial del 50º aniversario de la Seminci por "la madurez artística de dos cineastas europeos de trayectoria muy personal", que al tiempo que las premia, también las condena y las deja fuera de cualquier otro premio grande del palmarés.

No es que En la cama sea una película intrascendente, o que sus valores no sean notables. Pero la modestia de la propuesta, una peripecia que transcurre en una sola noche y con sólo dos personajes, un hombre y una mujer que se han conocido de casualidad y que acaban en la cama, no la hacía a priori ganadora del mayor premio, algo que parecía sólo al alcance de cineastas más fogueados y de películas de mucha mayor enjundia artística y moral, como Manderlay y Caché. Pero los jurados son en ocasiones imprevisibles, ya lo decíamos ayer, y en esta ocasión decidió premiar al resto antes que a las dos favoritas.

De esta decisión salió muy bien parada una película ciertamente no menospreciable como es El tiempo que queda, que empero no se encuentra entre lo mejor de su director, François Ozon. La narración del periplo vital que emprende un joven fotógrafo condenado por una metástasis generalizada, su ajuste de cuentas con su propio pasado y algunas sorprendentes decisiones que toma encandiló a unos jurados que, no contentos con concederle el segundo premio, decidieron dejar fuera trabajos de gran calado actoral para premiar a su protagonista, Melvil Poupaud.

Es curioso que un jurado que incluía hasta a tres actrices (María Barranco, Mirtha Ibarra y María de Medeiros) dejara de lado otras performances para centrarse en un trabajo simplemente correcto.

Menos discutible resultan los otros galardones concedidos, como el premio a la mejor interpretación femenina, que recayó en la polaca Krystyna Feldman por su interpretación de un hombre, el pintor naïf Nikifor, en Mój Nikifor, de Krysztof Krauze; y a la mejor fotografía, para el chino Jie Du por su sensible trabajo en Ping pong mongol, de Hao Ning. Y el Premio Pilar Miró al mejor director, que obtuvo, con todo merecimiento, Daniel Cebrián por su vigoroso trabajo en Segundo asalto.

Por su parte, el premio del público constituyó otra moderada sorpresa, porque fue a parar a la película española Vida y color, de Santiago Tabernero, mientras el de la crítica FIPRESCI, que podía elegir también entre las películas de la sección oficial fuera de concurso, fue inexplicablemente para la coproducción plurinacional Feliz Navidad, del francés Christian Carion, una tan bien intencionada como previsible historia bélica, centrada en un episodio ocurrido en las trincheras de la I Guerra Mundial, que ayer mismo sirvió para clausurar el certamen.

Finalmente, el premio de la sección Tiempo de Historia, dedicada al cine documental, fue ex aequo para dos producciones interesantes, la española Cuadernos de contabilidad de Manolo Millares, de Juan Millares, y La dignidad de los nadies, impactante continuación de Memoria del saqueo, del argentino Fernando E. Solanas.

Así, la edición más significativa de la Seminci, la de su 50º aniversario (es muy raro que un festival de cine alcance edad tan provecta), se clausuró entre la incredulidad general por una decisión del jurado que más que premiar, sancionó, y por una programación que, a la postre, resultó la principal damnificada por los vaivenes organizativos que el certamen ha vivido en este último año.

Después de 20 años dirigiéndola, el actual director general del Instituto de las Ciencias y las Artes Audiovisuales (ICAA), Fernando Lara, dejó paso este año a su antiguo colaborador Juan Carlos Frugone, quien tal vez no tuvo suficiente tiempo para afinar una programación más interesante.

Eso se dejó ver en la sección oficial, pero más aún en otras dos secciones tradicionales del certamen, la dedicada a las grandes retrospectivas, que este año proyectó una arbitraria y muy discutible selección de títulos que han sido programados aquí desde los comienzos -muchos de ellos perfectamente disponibles en el mercado videográfico-, y en Punto de Encuentro, suerte de sección Informativa, con propuestas de escaso fuste. Y también se pudo ver en uno de los tradicionales puntos fuertes del certamen, su organización, que este año sufrió los vaivenes de numerosos cambios producidos en el organigrama del festival y que afectaron considerablemente al funcionamiento interno y externo de éste.

El director de cine Daniel Cebrián, ayer en Valladolid donde fue galardonado con el Premio Pilar Miró al Mejor Nuevo Director por <i>Segundo asalto</i>.
El director de cine Daniel Cebrián, ayer en Valladolid donde fue galardonado con el Premio Pilar Miró al Mejor Nuevo Director por Segundo asalto.EFE
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