La sequía estrangula la Amazonia
Decenas de ríos se desecan y dejan aislados a 40.000 habitantes de la selva
La selva amazónica se seca. Las lluvias en el último año han sido las más escasas desde hace 35 años, según la NASA, que ha seguido la evolución de la sequía a través de sus satélites. Como consecuencia de la falta de precipitaciones, hay ríos y lagos secos y las pérdidas en la agricultura se cifran ya en miles de millones de euros. Muchos pueblos están incomunicados porque su única vía de comunicación son los barcos que circulan a través del complejo entramado de ríos que recorren el territorio selvático.
En julio pasado cayeron 30,8 litros por metro cuadrado de media en la selva, cuando lo normal en ese periodo son 87,5 litros. En agosto, la lluvia fue un 66% de lo normal. La organización ecologista Greenpeace denuncia que la sequía se une a la deforestación y amenaza a la mayor selva del mundo.
El Amazonas ha perdido dos metros de altura en el último año. Aun así sigue teniendo unos 17 metros de altura, según el Gobierno brasileño. El problema es que muchos de sus afluentes y lagos de la zona se han secado. Del lago Curulai, en el Estado brasileño de Para, sólo queda un lecho seco y resquebrajado sobre el que puede caminar una vaca.
La falta de agua supone una catástrofe ambiental, pero no es lo más importante. En muchas zonas, el agua es la única forma de transporte. Y sin ríos no hay barcos. El Gobierno brasileño ha movilizado al Ejército para distribuir agua, alimentos y medicinas en algunas zonas del interior de la Amazonia.
La sequía ha disparado el número de incendios y en algunos ríos se alinean los peces muertos, resecos en el lecho.
Las autoridades brasileñas han cifrado en más de 40.000 las personas que están aisladas. Los 2.000 habitantes de la ciudad de Manaquiri están prácticamente aislados por la falta de agua en sus ríos y dependen de la ayuda oficial que les llega en helicóptero.
Aunque Brasil ha reducido la tala de árboles en la Amazonia, la mayor reserva tropical del mundo perdió unos 9.000 kilómetros cuadrados en el último año, una superficie similar a Asturias.
El responsable de Greenpeace en la zona, Carlos Ritti, afirma que las pérdidas son enormes: "He estado en la zona y los daños son incalculables. En los pueblos falta comida, medicinas y combustible porque los barcos no llegan. Estamos ante el riesgo de perder ecosistemas valiosísimos y únicos en el mundo que ni siquiera hemos estudiado bien", afirmó.
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