Del yo a los otros
En una larga serie de entrevistas autobiográficas, publicada bajo el título de Crítica y convicción (Síntesis, 2003), Paul Ricoeur revelaba su "método de composición": sus trabajos fueron cursos o seminarios en torno a un conjunto de obras y temas independientes antes de convertirse en libros, e incluso después de ello conservaron aquella relativa independencia y el punto de mira puesto más en los estudiantes que en "el público lector". De ahí el carácter de relativa "ruptura" que parece haber entre cada uno de sus textos, y de ahí también el hecho de que al pie de sus páginas se acumulen una serie de obras de referencia, cuya lectura se da por supuesta, pero a las cuales se dedica una atención muy desigual, habitualmente dejando en la sombra la posible conciliación entre perspectivas conflictivas o contradictorias. Si esto dificulta el acceso a sus últimas producciones para un lector neófito, no por ello elimina el interés de sus propuestas. En el caso de Caminos del reconocimiento, Ricoeur comienza llamando la atención sobre un hecho que causa sorpresa: a pesar de la preferencia de la que este asunto ha llegado a gozar en nuestros días, no existe en filosofía una teoría general del reconocimiento que abarque sus múltiples aspectos. El libro de Ricoeur se propone a la vez indicar el camino por el cual podría llenarse ese hueco y mostrar las dificultades que a ello se oponen, considerando la heterogeneidad de tendencias que se concentran alrededor de este problema.
CAMINOS DEL RECONOCIMIENTO
Paul Ricoeur
Traducción de A. Neira
Trotta. Madrid, 2005
276 páginas. 18 euros
Hasta el siglo XIX, el térmi
no "reconocimiento" no gozaba de independencia semántica en el léxico filosófico: no significaba nada distinto de "conocimiento", y como mucho indicaba un matiz de desdoblamiento identificatorio del sujeto del saber, una especie de garantía y reaseguramiento de la certeza cartesiana. Curiosamente, el pensamiento de Kant, tantas veces concebido como culminación de esa concepción "cartesiana", abrió otra línea que acabaría liquidando esa manera de entender la filosofía: gracias a Schopenhauer, Kierkegaard, Freud o Nietzsche en los umbrales del siglo XX, y luego a Heidegger y los existencialismos, hasta llegar a Foucault, el reconocimiento se irá transformando en un descubrimiento de "sí mismo" que ya no puede reducirse a conciencia representativa y transparente de un sujeto en relación a su objeto. La intimidad ha dejado de ser idéntica al yo cognoscente para revelarse como aquello que a cada cual se le escapa de igual modo que le desborda su propia existencia, su temporalidad, su cuerpo o su lenguaje; y esta herida en la que el yo se reconoce como un extraño atraviesa también el mundo, ahora diferido y fragmentado por la pluralidad y la contingencia. Añádase el hecho de que las últimas décadas del XX han reverdecido, primero, y coronado, después, un tercer sentido de "reconocimiento" que entró en filosofía por la puerta grande de la Fenomenología del espíritu, de Hegel, y que Emmanuel Lévinas llevó a su más alta expresión ética y metafísica: el reconocimiento del otro en su radical alteridad, no solamente en la medida en que no puede ser reducido a simple objeto de conocimiento o instrumento de acción, sino también porque excede a la "mismidad" del "sí mismo"; no hará falta insistir en el modo en que la "lucha por el reconocimiento" de las identidades menoscabadas o minoritarias se ha convertido en tema de nuestro tiempo. Esta triple armadura -del conocimiento del objeto al reconocimiento del sujeto y de éste al reconocimiento del otro- es la que desarrolla Ricoeur en este trabajo, que muestra la complejidad de las tradiciones involucradas en el concepto puesto a prueba en sus páginas, y la necesidad de mantener viva la relación "dialéctica" entre ellas pues es imposible aniquilar ninguna sin falsear el sentido -epistemológico, ético y estético- que para nosotros ha llegado a adquirir el reconocimiento.
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