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Columna
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Prudencia

En los últimos días se percibe un leve cambio en el panorama creado como consecuencia de la reforma del Estatuto catalán. A esa sensación de cierta calma ha contribuido, en gran medida, la unanimidad con la que el PSOE ha asumido el informe sobre el texto de los expertos constitucionalistas a iniciativa del propio partido. Personajes claves de la reconducción del debate en el seno del PSOE han sido dos políticos de máxima confianza del presidente Zapatero: el ministro Montilla y el presidente Chaves que, dicen, han trabajado para recuperar la filosofía de la famosa, aunque parecía que arrastrada por los acontecimientos, Declaración de Santillana de agosto de 2003. Es decir, las aguas han vuelto a su cauce en el PSOE, incluso con la disposición de Maragall a aceptar que la negociación y las enmiendas al texto que llega al Congreso serán irremediables. La autoridad de Montilla en Cataluña y la de Chaves como presidente del PSOE, han sido claves en estos días de desasosiego "maragalliano". En el PSOE conviven distintas corrientes y no sólo eso, sino que, como en todo partido que se precie de democrático, dentro de cada corriente existen a su vez aquello que alguien en algún momento bautizó como distintas "sensibilidades", porque es cierto que es muy difícil pensar siempre lo mismo todo el mundo sobre todas las cosas. Pero, sin embargo, es bueno que para cada ocasión conflictiva haya alguien que tenga la suficiente autoridad moral como para que su voz moderada y en razón sea reconocida. Parece que en el caso del "susto" catalán, entre las voces más moderadas y más requeridas y reconocidas han estado, sobre todo, esas de Montilla, con su autoridad de representante de la corriente, se podría decir más socialista del PSC, y la de Chaves, quien desde el primer momento tuvo claro que como presidente del Gobierno andaluz y como socialista todo lo que pretendiera privilegios en el texto catalán tendría que ser combatido, eso sí, tan contundente como argumentadamente. Es decir, serenamente y confiando en los mecanismos democráticos. Y sin esos ruidos patrioteros que tanto gustan a algunos, lo que sin duda es de agradecer y tranquiliza a los ciudadanos que saben muy bien que en los momentos más exaltados no hay nada tan necesario como la prudencia que, en política, es la madre de todas las virtudes.

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