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Columna
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Restauración bipartidista

Los taxistas -fuente de información tan razonable como inútilmente vedada en este y otros periódicos- suelen ejercer en todo el mundo de comentaristas políticos muy cínicos. Mucho más antes de elecciones. Cuentan que los taxistas de Varsovia han hecho campaña entre sus clientes en favor de la abstención en las elecciones presidenciales del domingo. Si es así no les salió mal a la vista de que el 49% de los electores no votó. Resultaba ridículo, decían, acudir a estas alturas a las urnas a dilucidar entre un "amigo de los millonarios" o "un comunista". Se podía deducir que el "amigo de los millonarios" tenía que ser Donald Tusk, candidato de la Plataforma Cívica, un liberal, europeísta y cosmopolita ilustrado, favorito de los polacos urbanos, viajados y leídos. Pero muchos no podían entender la osadía de calificar de "comunista" al piadoso católico, patriota tradicionalista y feroz anticomunista que es Lech Kaczynski, ya flamante vencedor y próximo presidente de la República con un 54% de los votos. En Polonia, el término comunista se utiliza como insulto por motivos obvios, pero también se ajusta para definir a cualquiera que pretenda entrometerse en la vida de los demás para bien y para mal. Los polacos han elegido al que asegura que protegerá mejor a los taxistas frente a los atracadores pero perseguirá a los taxistas por hacer carreras a los prostíbulos.

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El presidente electo de Polonia abandona su retórica extremista y opta por la moderación

El nuevo presidente Lech Kaczynski es un personaje muy peculiar, entre otros motivos porque tiene un hermano gemelo idéntico, Jaroslaw, que mandará aún más en la nueva legislatura polaca, como jefe del Partido Ley y Justicia que presiden juntos. Lech y Jaroslaw son dos gemelos muy famosos en Polonia como protagonistas de películas infantiles de televisión en el posestalinismo. Sus espectaculares triunfos políticos vienen a ser lo que habrían sido las Kessler como presidenta federal y jefa de la CDU o a las inolvidables Pili y Mili en La Moncloa y en Ferraz. Jaroslaw renunció a encabezar el próximo Gobierno para no convertirse en obstáculo para el nuevo presidente. Un presidente y un primer ministro con rostros idénticos habrían planteado una situación en exceso rocambolesca incluso para Polonia.

El electorado polaco ha optado por la opción nacional-conservadora, euroescéptica, proteccionista y tradicional dirigida por los Kaczynski bajo el nombre nada ambiguo de Ley y Justicia (PiS). Ha sabido captar el voto de los ultranacionalistas de Autodefensa de Andrzej Lepper sin asustar a parte del centro. Es de esperar que su retórica montaraz se apacigüe bajo la responsabilidad de gobierno. Ya ha ofrecido al derrotado Donald Tusk la presidencia del Sejm (Parlamento) para escenificar la voluntad de cooperación de los dos grandes partidos que comparten su origen en el movimiento Solidaridad. Pero el fenómeno más espectacular y profundo que hubo en Polonia no es sino la desaparición de la izquierda del mapa político. En Polonia se ha producido la radical restauración del escenario político que existía en las democracias europeas -y que prevaleció en Estados Unidos- antes del surgimiento de los partidos obreros de corte marxista. Las dos grandes opciones -una liberal y la otra nacional-conservadora (el millonario y el comunista)- se erigen como únicas fuerzas relevantes, con diferencias de énfasis pero sin el menor resabio redentorista. La corrupción ha dado el golpe de gracia a unos socialistas ex comunistas que se habían deshecho con más facilidad de la ideología que de los hábitos. La vida sigue siendo dura para muchos polacos, los miedos a la globalización existen, las tensiones no son pocas. Pero el dinamismo social es tan evidente como el incremento del bienestar. Y aunque oyendo a sus políticos parezca increíble, el 73% de los polacos se declara optimista respecto a su situación personal. Dinamismo, esperanza, consenso básico, concordia nacional y fronteras seguras. Los Kaczynski pueden ser un horror estético como cuando hacían cine. Pero no malgastarán este capital del que tan orgullosa puede estar Polonia tras siglos de dictaduras, invasiones y zozobras.

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