La pugna de Berlín
Establecer una política común de gobierno en coalición con la principal fuerza política rival, a la que hasta hace pocas semanas se calificaba como la gran amenaza para el futuro del país, es obviamente difícil. De ahí que no sean en absoluto sorprendentes los pulsos en la sombra y las grescas a la luz entre los políticos que pugnan por establecer el programa de gobierno de la gran coalición entre la Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD). Las tensiones no existen sólo entre los dos partidos sino también en el seno de cada uno de ellos y en especial en el democristiano de Angela Merkel. Parece ya claro que sus objetivos de reformas fiscales, de pensiones y del mercado laboral serán abandonados debido a la resistencia tanto de los socialdemócratas como del "ala social" democristiana.
Las ambiciones competenciales de Stoiber al frente del macroministerio de economía son uno de los quebraderos de cabeza en el terreno organizativo. Pero lo que centra la discusión es sobre todo el alcance y forma de aplicación del programa de reformas estructurales (del Estado asistencial, del mercado laboral, entre otros), del que depende la recuperación económica. La previsión de crecimiento para 2005 acaba de rebajarse en cuatro décimas, quedando en el 0,8%, y en el 1,2% la del año próximo. Los dos grandes partidos comparten diagnóstico sobre la catastrófica situación financiera y que no habrá rebajas fiscales durante la legislatura. Pero están en desacuerdo en casi todo lo demás. En plena pugna, no faltan, sin embargo, expertos que consideran que la forzada coalición favorecerá, más que dificultará, la eficacia del programa de reformas. Europa necesita un Gobierno alemán que se ponga de una vez a gobernar.
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