Guías turísticos con traducción libre
Asociaciones de guías turísticos profesionales denuncian el "intrusismo" que sufre su profesión
A un guía ruso le contrataron para enseñar Barcelona a un grupo de turistas, compatriotas suyos. Debía mostrarles, en primer lugar, la Sagrada Familia, pero nunca antes la había visto. Le dijeron que no tendría problemas para reconocer el monumento: debía detenerse ante un edificio majestuoso, con torres que apuntaban al cielo. Y lo hizo, pero no precisamente ante la joya de la corona gaudiniana. Se detuvo en Sant Adrià, frente a un monumento a la contaminación: la central térmica del Besòs. El informador ruso convirtió el templo expiatorio en una propiedad de Endesa y a Jesús, María y José en tres humeantes chimeneas. Los turistas, indignados, protestaron a la agencia de viajes. Otro guía de la misma nacionalidad aseguró que el monumento se está "reconstruyendo" porque fue bombardeado durante la Guerra Civil.
Una guía holandesa tradujo 'verge' de Montserrat como "verga negra"
"Los guías no se han adaptado a las nuevas reglas de juego", dice Navarro
La Asociación Catalana de Informadores Turísticos (ACIT) acusa a estos guías de intrusismo y critican a la Generalitat por permitirlo. El subdirecor general de Turismo, Josep Maria Navarro, afirma que estas críticas son infundadas y dice que, en realidad, los ataques se dirigen a las nuevas promociones de guías: "Son jóvenes y están dispuestos a trabajar más barato que ellos".
Josep Maria Navarro reconoce que se producen casos de instrusismo, "pero de forma muy anecdótica", y asegura que los 15 inspectores de turismo de los que dispone la Generalitat están al quite.
"Antes eran pocos [los guías] y se ganaban muy bien la vida, pero no se han adaptado a las nuevas reglas de juego", opina el subdirector general de Turismo de la Generalitat.
Navarro dice que, una vez en la calle, el que manda es el libre mercado: "Nos gustaría que todos contratasen a un guía habilitado, pero hay gente que no quiere pagar tanto y se conforma con unas pinceladas sobre el patrimonio".
Las anécdotas sobre los errores de los guías considerados intrusos se repiten. Por ejemplo, en la reserva espiritual de Cataluña: el monasterio de Montserrat. Y por partida doble. En esta ocasión fue una guía holandesa que acompañaba a un grupo de visitantes franceses. Como sus conocimientos de la lengua eran más bien limitados, la guía hizo una traducción libre de la verge de Montserrat: "La verga negra".
Otro ruso, también informador ocasional, resucitó los ritos paganos eslavos en el atrio del católico enclave: arrodillado y con los brazos abiertos, animó a los turistas a hacer lo mismo que él para captar la "energía telúrica" del recinto.
Estas historias, entre divertidas y escandalosas, las explican miembros de la Asociación Catalana de Informadores Turísticos (ACIT), que denuncian un "intrusismo" creciente en su profesión. Cèsar Algora, vocal de relaciones institucionales de esta entidad, explica que se trata de guías ocasionales que ejercen sin la autorización pertinente y suelen dar información errónea. Él los llama "guías pirata" y asegura que les quitan trabajo. "Son gente del mundo de la noche, muchos de ellos relaciones públicas. Los contratan agencias de viajes y hoteles para que acompañen a un grupo de su misma nacionalidad".
Los piratas suelen zarpar de los puertos de Salou y de Lloret de Mar, estrellas del turismo de shorts, gorra y chancletas. Tras la travesía en autocar, desembarcan en Barcelona y, por una retribución irrisoria de la que el fisco nunca se enterará, relatan "cuatro tópicos sobre los toros y la siesta, o cosas tan graves como que el catalán es un dialecto del castellano", explica Josep Maria Montero, otro miembro de la ACIT. Además de provenir de Holanda, los intrusos suelen proceder de Italia, Alemania, Rusia, e incluso de China. "En temporada alta, también vienen como guías acompañantes de los países del Este y de los Balcanes", asegura Algora.
Para ejercer de guía turístico se precisa una "habilitación administrativa" que, tras superar unos exámenes, concede la Generalitat, que posee competencias exclusivas en materia de turismo. Pero el decreto que regula esta profesión, de 1998, precisa que tal acreditación es necesaria únicamente en los "recintos" de los "museos" que estén "inscritos en el Registro de Museos de Cataluña", así como en "monumentos y conjuntos históricos" declarados bienes culturales de interés nacional.
La polémica entre la asociación y la Generalitat, que se arrastra desde hace años, nace en este punto porque, según el decreto, es "ejercicio clandestino" de la profesión que un guía no habilitado explique el modernismo en el interior de la Sagrada Familia. Pero no lo es si se dirige a su grupo desde la plaza que rodea al templo.
Los guías insisten en que zonas como el Barri Gòtic de Barcelona o el call (barrio judío) del casco antiguo de Girona deben estar protegidos, pese a ser espacios abiertos al exterior, argumenta Rosa Maria Salip, de la Asociación de Guías de Girona.
El parque Güell, que sí se considera recinto y por tanto está teóricamente vetado a los intrusos, es el lugar más problemático. La asociación asegura que los guías ocasionales también entran en el interior del Museo Picasso, de la Sagrada Familia o, en Figueres, del Museo Dalí, por citar algunos casos.
En Cataluña, unas 2.500 personas poseen la habilitación para ejercer de guías turísticos, aunque sólo ejercen la profesión unas 400. De estos guías, 150 pertenecen a la asociación y denuncian que no pueden trabajar todos los días.
La Asociación Catalana de Informadores Turísticos, que parte de supuestos distintos a los de la Generalitat, no vislumbra un final cercano al conflicto.
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