_
_
_
_
Reportaje:REPORTAJE

La nueva cara de Alemania en el exterior

La búsqueda de un ministro de Exteriores para el futuro Gobierno de gran coalición entre democristianos (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) en Alemania no resultó tarea fácil. Según la tradición, el cargo corresponde al socio minoritario, en este caso el SPD. Varios nombres circularon como posibles candidatos: el ministro de Defensa, Peter Struck; el de Interior, Otto Schily; el comisario europeo Günter Verheugen, o el primer ministro de Brandeburgo, Mathias Platzeck. Pero saltó la sorpresa. El presidente del SPD, Frank Müntefering, sacó de la chistera a un completo desconocido para la opinión pública alemana: Frank-Walter Steinmeier, de 49 años, secretario de Estado encargado de gestionar la Cancillería federal. Le corresponde a Steinmeier el honor de ser el único ministro de Exteriores socialdemócrata tras el legendario líder Willy Brandt, que en los setenta puso en marcha la ostpolitik, la política de reconciliación y acercamiento con los países comunistas del Este de Europa.

'Der Spiegel' lo define como el administrador de la herencia de Schröder y encargado de asegurar la continuidad de la política exterior con Angela Merkel
Le corresponde el honor de ser el único ministro de Exteriores socialdemócrata tras el legendario Brandt, que en los setenta puso en marcha la 'ostpolitik'

Steinmeier hizo carrera como hombre de absoluta confianza del canciller Gerhard Schröder. Llega a Exteriores tras siete años del ministro verde Joschka Fischer, de la generación del 68, carismático, brillante orador y polemista temido, que ascendió a la cumbre, sin haber concluido el bachillerato, desde las luchas callejeras a palos y pedradas con la policía en Francfort, cuando la consigna era: "¡Destruid lo que os destruye!"

Como una antítesis de Fischer, Steinmeier se ha movido siempre entre los bastidores del poder al que llegó tras una sólida carrera en la Administración. Nacido en Westfalia, en la misma región que Schröder, estudió Derecho y Ciencias Políticas y se doctoró con una tesis sobre Restos de tradición policial en las zonas marginales de la seguridad social. Una investigación sobre el instrumental administrativo para la intervención sobre los sin techo. Inició su vida profesional como profesor ayudante en la Universidad de Giessen. Tras el doctorado ingresó en la Administración pública en la jefatura del Gobierno del Estado de Baja Sajonia, donde, en agosto de 1993, pasó a dirigir la oficina del primer ministro, Schröder. Desde entonces acompañó en la sombra al canciller que recuperó el poder para el SPD tras 16 años de gobierno del democristiano Helmut Kohl.

Un adicto al trabajo

Gris, adicto al trabajo, discreto hasta el hermetismo, leal, organizador y tecnócrata son algunos de los calificativos con los que la prensa caracteriza estos días a Steinmeier. Schröder llegó a decir que de las únicas personas de las que se fía por completo eran su mujer, Doris, su jefa de secretaría y "el Frank", es decir, Steinmeier.

En la Cancillería federal diri-mió con éxito luchas internas por el poder en la sombra. Varios cadáveres políticos siembran su camino. El denominador común de estas víctimas es que se trataba de personas con brillo propio, gentes de ideas que no encajó o se enfrentó con el cancerbero de Schröder. Aseguran los que le conocen que no soporta bien las críticas, pero, quizá por haberse mantenido siempre en segundo plano, no se creó muchos enemigos, no ha despertado envidias excesivas y se alaba su capacidad de mediar en los conflictos para lograr compromisos. En las conversaciones de sondeo para la preparación de la gran coalición, los dirigentes democristianos salieron con una buena impresión de Steinmeier, del que llegaron a decir que era el interlocutor socialdemócrata que había presentado los mejores análisis sobre la situación del país. Su lealtad al canciller hace que más de uno le vea como el caballo de Troya de Schröder en la gran coalición, un administrador del acervo político en política exterior del Gobierno saliente. El semanario Der Spiegel definió a Steinmeier, en una crónica titulada El administrador de la herencia, como el encargado de "asegurar la continuidad de la política exterior de Schröder contra Merkel".

Aporta otras cualidades. Tiene una amplia experiencia. Todos los papeles de importancia que llegaban al canciller pasaban por sus manos. Una vez por semana recibía una inmersión en información sensible en las reuniones de los servicios secretos. Su furia por el trabajo es legendaria. Se dice que la luz de su despacho era con frecuencia la última en apagarse. No se le conocen aficiones y se ha escrito que para él unas vacaciones no interrumpidas eran una frustración. Está casado y tiene una hija pequeña a la que se atribuye la frase: "Papá vive en la oficina".

Sobre sus conocimientos de inglés, las informaciones no coinciden. Unos aseguran que son buenos y otros afirman que deficientes. También existen dudas fundadas sobre su capacidad para enfrentarse a los medios de comunicación, que Fischer dominaba a la perfección. No se le conocen muchas opiniones sobre política internacional. En un acto el pasado 21 de septiembre, en la Fundación Ciencia y Política en Berlín para despedir a su director Christoph Bertram, se refirió al creciente papel de los elementos económicos, ecológicos, sociales y culturales en la política exterior. Dedicó una parte importante de su intervención a la relación con Rusia, "un mercado con un potencial gigantesco para la economía alemana". Como problemas candentes en el mundo actual, mencionó "las consecuencias de la creciente escasez de materias primas y otros recursos, sobre todo desde la perspectiva de los desarrollos económicos en China e India, las consecuencias del cambio demográfico mundial y las de la creciente movilidad mundial de las personas como consecuencia de los temas clásicos de emigración e integración por las cuestiones de la infraestructura del tráfico".

En otra reciente conferencia ante la organización de las medianas empresas se pronunció contra los que siembran el pánico y "el ya casi pesimismo masoquista" que se observa en Alemania, y concluyó: "Necesitamos sinceridad y claridad sobre nuestras debilidades, pero también sobre nuestros puntos fuertes". Podría ser su lema.

Frank-Walter Steinmeier, en una conferencia ante pequeños empresarios pronunciada el pasado martes en Berlín.
Frank-Walter Steinmeier, en una conferencia ante pequeños empresarios pronunciada el pasado martes en Berlín.EFE

La retirada de 'Dios padre'

LOS DELEGADOS AL CONGRESO del partido ecopacifista Los Verdes debatían y se rompían la cabeza el 15 de octubre en Oldenburgo (Baja Sajonia) sobre la estrategia a seguir ante un negro futuro. Mientras, a 450 kilómetros de distancia, el todavía ministro de Exteriores y diputado de base de Los Verdes Joschka Fischer, de 57 años, echaba agua a las plantas con una regadera de plástico verde en el balcón de su piso en el centro de Berlín que comparte, tras cuatro divorcios a sus espaldas, con su nueva compañera Minu, de origen iraní, madre de una niña y 28 años más joven.

Por primera vez en 25 años de existencia de Los Verdes, Fischer no asistía a un congreso del partido con el que realizó una larga marcha a través de las instituciones que le llevó desde las luchas callejeras a pedradas con la policía en los setenta en Francfort a dirigir el Ministerio de Exteriores, el más elitista del Gobierno alemán. Mientras su socio de coalición, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, de 61 años, se aferraba al poder y defendía con uñas y dientes su opción a seguir al mando en la futura gran coalición con los democristianos, Fischer anunciaba a su partido: "Hace 20 años cambié la libertad por el poder y ahora cambio el poder por la libertad".

Fischer, al que Los Verdes habían bautizado como Dios padre, anunció su retirada de la primera fila de la política y su renuncia a ocupar el puesto para el que estaba predestinado de jefe del grupo parlamentario en el Parlamento Federal (Bundestag). Ni siquiera quiso decir por cuánto tiempo estaba dispuesto a calentar el escaño como simple diputado. El Bild Zeitung especulaba días atrás con el futuro de Fischer y aventuraba que el jubilado verde podría ganar hasta medio millón de euros con la publicación de sus memorias, cantidad similar a la alcanzada por un antecesor en el cargo de ministro de Exteriores, el liberal Hans-Dietrich Genscher. Los expertos estiman que los honorarios de Fischer como conferenciante podrían llegar a 30.000 euros por actuación. Según Bild, con estos ingresos, unidos a los 9.500 mensuales de jubilación, en poco tiempo

Fischer podría comprarse una casa en el sur de Francia, como su amigo Daniel Cohn-Bendit, o en la italiana Toscana, lugar favorito de la progresía política alemana, para compartirla con Minu.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_