Pulpo en O Pindo

Se confiesa enamorada de Galicia. Y mientras recita sus virtudes, uno de sus compañeros del grupo musical Marlango -con el que está de gira- protesta celoso a su lado. Es cántabro.

¿Momento del flechazo?

Hace tres años, rodando con Gerardo Vera en Finisterre. Extrañamente, no hacía mal tiempo y tuvimos que esperar unos días. Disfruté de todos sus precipicios. Me encanta la sensación de calma de toda Galicia. Igual que en Lanzarote te das cuenta de estar pisando tierra nueva, allí sucede lo contrario: sabes que estás pisando siglos y siglos.

¿Entiende que la gente pensara que allí acababa el mundo?

Perfectamente; tiene mucho misterio. Como todos los sitios brumosos del norte, despierta la imaginación. Me gusta el drama, y Finisterre es muy dramático. Está lleno de contrastes: sales de un bosque y de repente llegas a una playa. Y desde los acantilados, realmente parece que se acaba el mundo, que el mar cae y... ¡fin!

Y no olvidemos la gastronomía.

Mítica. Me encantó el restaurante Tira do Cordel, en Finisterre. Comimos una lubina a la sal espectacular. Y en O Pindo íbamos a una taberna con una cocinera encantadora; la llamábamos La Princesa de O Pindo. Nos recibía con un pulpo enredado a la mano, y decía: "Mmm... Hoy te veo cara de hacerte un pulpito" (risas). Los gallegos en general me resultan muy simpáticos.