Nadal desata el huracán
El manacorí se impone a Tommy Robredo y alcanza los cuartos de final, donde se medirá al checo Stepanek
Por un momento, tan sólo un segundo, Rafael Nadal se despertó en su peor pesadilla. Jugaba el Masters de Madrid, su torneo preferido. Pero el público estaba en su contra. Iba perdiendo su servicio (30-40) y la grada, siempre volcada a favor de su causa, celebraba la gracia enfervorizadamente. El mundo al revés. Y Tomy Robredo, su rival, buscándole las vueltas al partido. Un grito, un puño cerrado y un abrazo en alto devolvieron a Nadal al encuentro. No fueron suyos. "¡Va!", chilló a pleno pulmón Robredo, exultante, liberado, nada más romperle el servicio a Nadal. Hasta allí llegó su aventura del segundo set (3-3), que ya había nacido mirada por un tuerto desde el principio. Y ahí, con Nadal de vuelta en el partido, acabó la contienda que le clasifica para cuartos (6-2 y 6-4), donde se enfrentará a Stepanek, vencedor del argentino Acasuso.
Si hay una ley inalterable en el deporte, aplicable a todas las disciplinas y practicada en todos los estadios, es que el público acude buscando tensión competitiva y emoción. En Madrid había ganas de partido. De competición. Nadie quería que Nadal se pasease. Por eso cuando el tenista mallorquín comenzó el primer set 0-2 y 0-15 en el tercer juego, la grada, al unísono, rompió en un clamor de palmas. En su contra. Y a favor de Robredo, consistente en el peloteo, brillante por momentos, pero perdido en los momentos decisivos, incapaz de pasar por encima de la red ninguno de sus golpes ganadores.
Justo lo contrario que Nadal, que sigue jugando con dos esparadrapos negros por debajo de sus rodillas, obligado por una tendinitis en la izquierda, pero que partido a partido, entrenamiento a entrenamiento, va cogiendo el tono. Por ahora tira de repertorio conocido: peloteo de fondo, agresividad contra la pelota y golpes liftados para desarmar al rival. Queda por saber si eso será suficiente cuando en frente se cruce un especialista de pista dura y no Robredo. Queda por saber cómo reaccionará Nadal cuando le propongan jugar a tres golpes: servicio, resto y volea. Y falta por saber si Stepanek, perro viejo del cemento, aparece en las pesadillas de Nadal.
También se clasificaron para cuartos el argentino Nalbandian, que derrotó al sueco Johansson (6-3 y 7-6), y el español David Ferrer, que se deshizo del también argentino Puerta (6-7, 6-1 y 6-4). Pese a su victoria, Nabaldian se quejó de la pista: "Lo difícil en Madrid no es la altura, otros torneos del circuito tienen esa característica, el problema es que la pista no está perfecta. No está bien afirmada en algunas zonas y la pelota pica con una velocidad distinta según donde bote. Hay cosas mejorables". Nalbandian, finalista el año pasado en Madrid -un Adonis rubio que igual va a una rueda de prensa que atiende a los reporteros de Caiga quien caiga-, se queja de la pista, formada por una combinación de resinas acrílicas fabricada por GreenSet. El resto de sus compañeros, de la altura. Todos, sin embargo, coinciden en criticar el templo. Sobran los ejemplos. Primera jornada del torneo. Rusedski juega contra Karlovic. Un hombre muy alto contra un gigante, dos sacadores, dos de los más reputados bombarderos del circuito frente a frente. El resultado, insólito: 6-7, 7-6 y 7-6. Ni un solo break en todo el partido, tres sets decididos en el tie-break y un único 0-40 en más de una hora de juego. "Aquí, cuando está en el aire, la bola va rapidísima. No es sólo la pista. Es también la altitud", explicó Rusedski, desesperado.
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