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Columna
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Prêt-à-porter

José Luis Ferris

Si hace unas semanas era el escritor José Manuel Caballero Bonald quien hacía estallar el escándalo con sus apostillas al último ganador del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, las declaraciones de Juan Marsé sobre el fallo del 54º Premio Planeta y su dimisión como miembro del jurado han removido de nuevo las aguas de estos certámenes galácticos que se rigen, como cabe suponer, por un objetivo comercial y rentable. Marsé, sin embargo, aceptó el juego, se sumó el pasado año al tribunal que debía elegir una novela triunfadora y ha repetido ahora la experiencia, ha vuelto a jugar queriendo, al mismo tiempo, guardar la ropa de su honestidad. Pero las cosas no son así. De momento, el autor de Últimas tardes con Teresa debería saber que novelas sólidas, con ambición, que apunten alto y que contengan una gran carga de talento y de verdad, buena literatura a fin de cuentas, no se prodigan mucho. Encontrar una obra plenamente literaria entre cuatrocientas o mil novelas resulta ya tan difícil y anecdótico como pescar una sardina en el Manzanares. Lo que no entiendo entonces es la decepción y el enfado de Marsé. Si lo que abunda es la mediocridad, el relato sin sustancia, el prêt-à-porter, ¿qué esperaba encontrar el escritor catalán entre las obras finalistas?

Votar a la novela menos mala era lo previsible, lo anunciado. Lo extraño en este cotarro cultural y mediático sigue siendo esa obra que encandile y seduzca unánimemente a un jurado por valores, en todo caso, indiscutibles. Novelas como El jinete polaco, de Muñoz Molina, o Cielos de barro, de Dulce Chacón, fueron suficientes para borrar por un tiempo el aparente descrédito de los premios Planeta, pero la literatura verdadera no aparece todos los días ni concurre por sistema a certámenes tan espléndidos.

No sé si Marsé ha hecho bien o mal en dimitir tras su decepción. Él esperaba sin duda que la Literatura fuera premiada, que, por encima de todo, los 601.000 euros del galardón recayeran en una obra de nivel y no en una ficción de sentimientos que sólo se queda en buenas intenciones. Lo entiendo, pero esto no deja de ser un juego de azar y el premio gordo sólo sale en ocasiones contadas.

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